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No fue menor maravilla la que aconteció a Hilarión Abad, que le trajeron una mujer, que a todos parecía yegua, porque un hombre aficionado a ella rogo a un encantador le ayudara para alcanzarla, y por los hechizos los demonios hicieron esta ilusión.
Fatigado el marido de ello la trajo a san Hilarión, para que la sanara :el le dijo, Yo no veo aquí yegua, si no mujer, pero el demonio a hecho en vuestros ojos este engaño, porque a muchos días que se han apartado de recibir los sacramentos de la confesión y comunión, por tanto no les pase otra vez, y tomando agua bendita quita el hechizo y los envío consolados a todos.
Digamos pues y sintamos con aquel santo monje, que decía, Ay como no lloramos nuestros pecados por tanto lloremos, y pongamos a la puerta de nuestro corazón , el portero del temor de Dios, para que con gran cuidado defienda la entrada de todos los males y pensamientos, y admita a todos los de la casa de Dios, especial a los que nos indican a penitencia que es saludable remedio.
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