la dicha de gozar de ver su Ángel custodio

 

Juana de la Cruz, monja franciscana en la ciudad de Cuba en este reino de España. Pequeñita era aún de cuatro años  tuvo la dicha de gozar visiblemente de la presencia de su Ángel custodio; el cual comunicó a su entendimiento tan admirables luces, que desde entonces en sus palabras y en  daba pruebas de gran y prudencia, de manera que pasmaba a los que no sabían lee, en una edad tan tierna, y en que apenas era capaz de tartamudear. Creciendo a grandes pasos en sabiduría celestial y en edad, pocos años después encendieron los Ángeles en su corazón un vivo deseo de dedicarse al servicio del Rey de Ángeles en algún convento de religiosas.

 Aquí fue donde creció la familiaridad, no sólo con su Ángel, sino también con otros, y especialmente con los custodios de aquellas religiosas sus compañeras, a quienes veía con el rostro más o menos alegre, según el mayor o menor fervor de ellas en la vida espiritual.

 Cuando después fue superiora, los mismos Ángeles le sugerían el modo de avisarlas y corregirles sus defectos. Muchas veces la levantaban á éxtasis altísimos y en uno de ellos su celestial Custodio le explicó la batalla de Lucifer en el cielo y su caída : y en otro se la oyó hablar , con admiración , en varias lenguas , hallándose presentes señores de alto carácter у obispos , y aun el mismo emperador Carlos Quinto , que , como no se guardaba aún clausura , era admitido dentro del convento ; y el Ángel le sugiere sentimientos e instrucciones proporcionadas a cada uno de los que la escuchaban . 

 porque era grande la fama de santidad que gozaba, muchos se encomendaban a ella aun desde lejos; y su Ángel custodio tenía el cuidado de avisarlo, a fin de que ella procurase interceder con el Señor a favor suyo. ¡Pero ah! este oro debía ser purificado y refinado con el fuego de la tribulación, crisol por el cual han pasado y pasan · los Santos. Por esto le permitió Dios no solo enfermedades extrañísimas, sino también gravísimas repercusiones, que quebrantaron su salud, y, lo que es más sensible, su reputación. Pero no se descuidaba de ella su Ángel. Se le aparecía entonces más a menudo: él era su confianza, él era su mayor apoyo, resignada siempre en la voluntad del Señor, y firme como una roca inmoble entre las encrespadas olas de tantas tribulaciones. Su Ángel en fin le avisó el tiempo de su muerte; al le gar, la cual se le apareció en el aire consumo contento, y se llevó su alma a triunfar en la gloria ‘; y su virginal cuerpo se mantiene incorrupto, honrado por el Secador con muchos milagros ( 21 ) .