su estrategia principal es atrapar al hombre en sus propias negligencias

María, madre de la esperanza

 


 

De la fe nace la esperanza. Para esto Dios nos ilumina con la fe para el conocimiento de su bondad y de sus promesas, para que nos animemos por la esperanza a desear poseerlas. Siendo así que María tuvo la virtud de la fe en grado excelente, tuvo también la virtud de la esperanza en grado sumo, la cual le hacía proclamar con David: “Mas para mí, mi bien es estar junto a Dios. He puesto mi cobijo en el Señor” (Sal 72, 28). María es la fiel esposa del divino Espíritu de la que se dijo: “Quién es ésta que sube del desierto apoyada en su amado” (Ct 8, 5). Porque, comenta Algrino, despegada siempre de las aficiones del mundo tenido por ella como un desierto, y no confiando desordenadamente en las criaturas ni en los méritos propios, apoyada del todo en la divina gracia en la que sólo confiaba, avanzó siempre en el amor de su Dios.

 

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