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En los últimos años la mayor parte de los casos parece tener algo que ver con esas almas que habían sido poseídas, y que habían sido usadas o manipuladas por el demonio para atormentar o aterrorizar a individuos o familias. Quizás en algunos casos se debieron a alguna maldición lanzada sobre la familia.
Agrego que
sólo el exorcista, por medio del exorcismo, puede entender los casos en que hay
duda de si se trata del mal maléfico o de enfermedad mental. Porque debemos
siempre basarnos en las señales o fenómenos observables, o sobre provocaciones
silenciosas, como llevar sobre uno la Eucaristía sin que nadie lo sepa. Es
necesario estar atentos porque vivimos y trabajamos en un mundo en el que el
demonio trata de destruir el poder de la Iglesia, destruyendo el sacerdocio de
Cristo. Debemos también aprender a trabajar con nuestros colegas médicos, con
mutua confianza.
Exorcista
de Lazio. Se nos pregunta si los que hacen sufrir un alma son siempre y sólo
demonios o si pueden ser almas condenadas. Aun teniendo en cuenta los engaños
en los que el demonio trata de hacernos caer, creo posible la intervención de
condenados. Sabemos que también los demonios tienen su propia jerarquía; ¿por
qué un diablo-jefe no podría mandar a un condenado que atormentara a un alma?
Lo deduzco aun en los casos en que he encontrado una fuerza muy inferior a la
que descubro cuando hay una presencia de demonios.
Existen
almas vagantes, que todavía no reciben destino definitivo. Recojo un episodio,
excepcional, del que conservo los casetes registrados. Un día se me presenta
una señora que acusa dolores fuertes y raros. Oro y ella se pone como en
trance. Pregunto a la eventual presencia que está en ella: «Dime, en nombre de
Dios», ¿quién eres? Responde a mis preguntas sin demasiada dificultad: Dice que
es un albanés de origen calabrés. Llegado a Calabria el día de la conmemoración
de todos los difuntos, al manejar el auto en estado de embriaguez, murió en un
accidente, causando la muerte también a otro. Veo que si hablo de diablos y del
infierno se llena de temor. Pregunto: "¿Estas en el infierno?"
Responde con fuerza: "No" ¿Dónde estás? "En la obscuridad".
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