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Cuéntase de un religiosoque, aunque con fama de
fervoroso, hacia sus confesiones sacrílegamente. Cayó gravemente enfermo; le
hablaron de prepararse a bien morir; le trajeron un confesor. Pero cuando lo
tuvo delante de sí, le dijo:
—Decid, padre, cuando salgáis, que me he confesado;
pero la verdad es que no quiero confesarme.
— ¿Y por qué?
—Porque ya estoy condenado. Nunca hice confesión
íntegra de mis pecados, y ahora Dios me niega, en justo castigo, la gracia de
confesarme bien.
Y diciendo esto, se mordía
rabiosamente la lengua, mientras gritaba:
— ¡Lengua maldita, que no quisiste declarar mis
pecados cuando pudiste hacerlo!
Y así, arrancándose la lengua a pedazos y lanzando alaridos, entregó su alma al demonio. El cadáver tornóse negro como tizón, y se oyó un ruido espantoso acompañado de insoportable fetidez.para copiar esta historia,copie pulse el enlace en la descipcion del video
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