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la tentación nada puede hacernos si rechazamos al momento.
la rechazamos, si no dialogamos con
ella es inocua. Porque desde el momento que dialogamos con ella, desde el
momento en que ponderamos los pros y los contras de lo que nos dice, desde el
momento en que tomamos
en consideración lo que nos
propone, desde ese mismo instante nuestra fortaleza se resquebraja, nuestra
oposición se debilita.
Una vez
iniciado el diálogo necesitaremos mucha más fuerza de voluntad para rechazarla.
Otra cosa que observamos los confesores es que
algunos penitentes muy devotos se agobian mucho a veces ante ciertos
pensamientos que les vienen acerca de tentaciones a cometer grandes pecados.
Este tipo de personas muy devotas y religiosas no se explican como les vienen
esos pensamientos, y se sienten muy culpables; culpables e impotentes. Habiendo
entendido lo que es una especie inteligible infundida por un demonio, se
comprende que el mejor modo de obrar contra ella es ignorarla, hacer justo lo
contrario de lo que nos propone o ponerse a rezar. Desesperarse no sirve de
nada. Pero si uno no se desespera, el que se desespera es el demonio.
El demonio nos puede introducir pensamientos,
imágenes o recuerdos, pero no puede introducirse en nuestra voluntad. Podemos
ser tentados, pero al final hacemos lo que queremos. Ni todos los poderes del
infierno pueden forzar a alguien a cometer ni el más pequeño pecado.
el demonio no es una fuerza o una energía. demonio es un ser inteligente,
Por tanto
hay que entender que la tentación intenta ser un diálogo. Un diálogo entre la
persona que resiste y el tentador. Sólo si la persona se resiste a considerar
la tentación, entonces la tentación es simplemente insistencia por parte del
demonio, pero sin respuesta nuestra.
Pero el demonio puede estar a nuestro lado durante mucho tiempo, analizarnos, conocernos y tentarnos justo por nuestro punto más débil. El demonio puede ser extraordinariamente pragmático. Es decir, sabe las posibilidades de éxito que tiene y puede tentar justo sólo en aquello que sabe que tiene alguna posibilidad. Si percibe que una persona no va a caer en un pecado grande puede tentar a que cometa algo menor. Si sabe que ni siquiera eso va a conseguir, puede tentar sólo a que cometa algo que es imperfección, ni siquiera pecado. Y dentro del campo de la imperfección tentará a aquello que sepa que es posible. Por ejemplo, sabe que tentar a la gula a un asceta puede ser perder el tiempo. Pero a lo mejor sabe que tiene posibilidades de éxito si le tienta a excederse en el ayuno. Y si ve que por ahí tiene éxito intentará tentarle a que se exceda en el ayuno justo en el modo que más favorezca su soberbia o en el modo que peor sea para su salud, etc. Otro ejemplo, si sabe que no tiene sentido tentar a una monja a que deje la oración, a lo mejor ve que lo mejor es tentarle a prolongar el tiempo de oración a costa del trabajo que tiene obligación de hacer. En otras ocasiones el demonio puede ver que más que tentar a pecar, puede ser más realista tratar de conseguir que el alma
crea que ya
no tiene que obedecer a su confesor puesto que es un hombre menos espiritual
que ella misma. El demonio no tienta a la buena de Dios, sino que analiza y
ataca donde ve que tiene alguna posibilidad. Y normalmente él tiene alguna
posibilidad donde justamente el hombre virtuoso cree que tiene menos
posibilidades.
He puesto ejemplos de tentaciones dirigidas a
hombres de oración y ascéticos, porque el hombre entregado al vicio es un
hombre sin protección, sin la protección de las virtudes. Sin esas corazas,
todo su espíritu presenta múltiples flancos desguarnecidos, expuestos a la
acción de las tentaciones. Sin Dios que protegiese a esas almas, cualquiera de
ellas sería pasto del fuego de sus propias pasiones azuzado por la acción de
los demonios. Por eso pedimos en el padrenuestro y líbranos del Malo. Esto demuestra que aunque dispongamos de la
libertad para resistir, conviene que le pidamos al Creador que nos
proteja.
Por esto el Señor nos ha puesto un ángel
custodio o ángel de la guarda. Para que las inspiraciones malignas sean
compensadas por las inspiraciones al bien.
Además, si uno es tentado y ora, la tentación
desaparece. Es incompatible la tentación con la oración. La oración crea primero
una barrera contra la tentación, pues nuestra voluntad y nuestra inteligencia
se centran en Dios. Y si insistimos un poco más, el demonio no puede resistirla
y huye.
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