su estrategia principal es atrapar al hombre en sus propias negligencias

Soy el alma de la abadesa; estoy en el infierno

 


Refiere San Antonino que una viuda, persona de mucha devoción, habiendo tomado amistad con un joven, acabó por pecar con él.

Se dio a penitencias y a hacer limosnas, y hasta llegó a ingresar en un convento.

Pero nunca se resolvía a confesar su pecado.

La hicieron abadesa y acabó sus días en olor de santidad.

Una noche, una monja, haciendo oración en el coro, oyó un fuerte fragor y vio una sombra envuelta en llamas. Preguntó quién era, y la sombra respondió:

—Soy el alma de la abadesa; estoy en el infierno.

— ¿Y por qué?

—Por no haber querido confesar un pecado que cometí cuando vivía en el siglo. Ve y díselo a todas las monjas, y que ninguna rece por mí. Hízose entonces un gran estruendo y desapareció

Comentarios