su estrategia principal es atrapar al hombre en sus propias negligencias

bajo cuyo imperio la casa quedó libre del espíritu maligno

 


recibido huésped por una familia cristiana en Hiang Po, supo que no lejos de allí aquella poseía en deliciosa situación una pequeña quinta, mas no era habitable muchos años hacía por la obstinada presencia de los malos Espíritus, que no permitían a nadie permanecer en ella. Quiso el misionero trasladarse allí, y haciéndose preparar lo necesario para pasar la noche, empleó el resto de aquel día en visitarla toda de un lado a otro, a fin de asegurarse de que no había arte a fraude de algún mal intencionado. Nada vio ni oyó, con lo cual cobrando aun mejores ánimos que los que ya tenía, se fué a reposar tranquilamente cuando llegó la noche. En lo más profundo de ella le estremeció un fuerte rumor como de una viga que cruje y se quiebra de improviso bajo un gran peso. Salta en pie, y tomando una luz corre diligente al sitio de donde aquel estrépito procede, más lo halla todo tranquilo y en su lugar. Se pone entonces a rezar el breviario; pero a los pocos minutos oye llamar repetidas veces en la pared que tiene en frente y que corresponden más distintos los golpes en la del lado; y por mucho que hacía, ya él mismo, ya un criado que le hacía compañía, no pudo descubrir ninguna causa visible de aquel golpear, que no obstante continuaba por ciertos intervalos dejándose oír distintamente. Se ponen entonces los dos a rezar devotamente la letanía de la Virgen y a rociar con agua bendita aquellas paredes infestadas, las cuales callaron. Pero el silencio, duró poco. Empezaron a oir en las habitaciones bajas estrépito de armas, como de quien cruza espada contra espada, y con ímpetu, que el brazo de un hombre no hubiera podido resistir tan furiosa tempestad de golpes sino por algunos instantes. Aquel encontrarse de las armas después de larga pelea se desvaneció resolviéndose en tristes quejidos como de gente herida; y sin embargo ellos que habían bajado a aquel sitio y que oían junto a sí tan grande estrépito, nada veían, antes bien por mejor decir veían que todo estaba quieto y en su lugar. Así pasaron la noche, que les pareció larguísima y más que suficiente para que el misionero se cerciorase de la realidad de la infestación diabólica; por lo cual, consiguiendo para ello facultad de su superior eclesiástico, empleó los exorcismos de la Iglesia, bajo cuyo imperio la casa quedó libre del espíritu maligno. Hay en el espiritismo moderno una práctica especial que ha podido atraer por sí sola toda la atención del mundo, y ser el punto culminante de todos estos nuevos fenómenos; es a saber, las mesas giratorias a que se mueven por sí para dar las respuestas deseadas. ¿Es esto un hecho nuevo? No por cierto. Es la mesa trapezómántica de los antiguos paganos que Tertuliano echa en cara a los gentiles entre tantos otros encantamientos; es la trípode de los oráculos paganos desde la cual daban sus respuestas las Pitonisas. Podríamos referir aquí, si tratásemos el punto más extensamente, un hecho especial que nos muestra el uso de aquellas mesas conforme por muchos lados al que ahora se usa en el espiritismo

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