su estrategia principal es atrapar al hombre en sus propias negligencias

¿De qué modo el demonio se opone a Dios y al Salvador?

 


 Queriendo para sí el culto debido al Señor y remedando las instituciones cristianas. Por eso es anticristo y antiiglesia. Contra la encarnación del Verbo, que redimió al hombre haciéndose hombre, Satanás se vale de la idolatría del sexo, que degrada al cuerpo humano convirtiéndolo en instrumento de pecado. Además, remedando el culto divino, tiene sus iglesias, su culto, sus consagrados (a menudo con pacto de sangre), sus adoradores, los seguidores de sus promesas. Del mismo modo que Cristo dio poderes concretos a los apóstoles y a sus sucesores, orientados al bien de las almas y los cuerpos, así Satanás da poderes concretos a sus secuaces, orientados a la ruina de las almas y a las enfermedades de los cuerpos. Ahondaremos en estos poderes al hablar del malefìcio.

 tan equivocado como negar la existencia de Satanás es, según la opinión más extendida, afirmar la existencia de otras fuerzas o entidades espirituales, ignoradas por la Biblia e inventadas por los espiritistas, por los cultivadores de las ciencias exóticas u ocultas, por los seguidores de la reencarnación o los defensores de las llamadas «almas errantes». No existen espíritus buenos fuera de los ángeles, ni existen espíritus malos fuera de los demonios. Las almas de los difuntos van inmediatamente al paraíso, al infierno o al purgatorio, como fue definido por dos concilios (Lyon y Florencia). Los difuntos que se presentan en las sesiones espiritistas, o las almas de los difuntos presentes en seres vivos para atormentarlos, no son sino demonios. Las rarísimas excepciones, permitidas por Dios, son excepciones que confirman la regla. No obstante, reconocemos que en este campo no se ha dicho la última palabra: es un terreno aún problemático. El mismo padre La Grua habla de varias experiencias vividas por él con almas de finados a merced del demonio y ha planteado algunas hipótesis de explicación. Repito: es un terreno aún por estudiar a fondo; me propongo hacerlo en otra ocasión.

Algunos se asombran de la posibilidad que tienen los demonios de tentar al hombre o incluso de poseer su cuerpo (nunca el alma, si el hombre no quiere entregársela libremente) a través de la posesión o la vejación. Será bueno recordar lo que dice el Apocalipsis (12, 7 y ss.): «Después hubo una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles lucharon contra el dragón. El dragón y sus ángeles pelearon, pero no pudieron vencer, y ya no hubo lugar para ellos en el cielo. Así, pues, el gran dragón fue expulsado, aquella serpiente antigua que se llama Diablo y Satanás (...) fue precipitada en la tierra, y sus ángeles fueron con él precipitados.» El dragón, al verse arrojado a la tierra, se dio a perseguir a la «mujer envuelta en el sol como en un vestido» de la que había nacido Jesús (está clarísimo también que se trata de la Santísima Virgen); pero los esfuerzos del dragón fueron vanos. «Se dedicó, por tanto, a hacer la guerra contra el resto de la descendencia de ella, contra los que observan los preceptos de Dios y tienen el testimonio de Jesús.»

De entre los numerosos discursos de Juan Pablo II sobre Satanás, reproduzco un pasaje de lo que dijo el 24 de mayo de 1987 durante una visita al santuario de San Miguel Arcángel: «Esta lucha contra el demonio, que distingue con especial relieve al arcángel san Miguel, es actual todavía hoy, porque el demonio sigue vivo y activo en el mundo. En efecto, el mal que hay en éste, el desorden que se halla en la sociedad, la incoherencia del hombre, la fractura interior de la cual es víctima, no son sólo consecuencias del pecado original, sino también efecto de la acción devastadora y oscura de Satanás.»

La última frase es una clara alusión a la condena de Dios a la serpiente, como nos es narrado en el Génesis (3, 15): «Haré que tú y la mujer seáis enemigos, lo mismo que tu descendencia y su descendencia. Su descendencia te aplastará la cabeza.» ¿El demonio está ya en el infierno? ¿Cuándo se produjo la lucha entre los ángeles y los demonios? Son interrogantes a los que no se puede responder sin tener en cuenta al menos dos factores: que estar en el infierno o no es más una cuestión de estado que de lugar. Ángeles y demonios son puros espíritus; para ellos la palabra «lugar» tiene un sentido distinto que para nosotros. Lo mismo vale para la dimensión del tiempo: para los espíritus es distinta que para nosotros.


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