su estrategia principal es atrapar al hombre en sus propias negligencias

la más completa lucha que , se gano contra el Imperio Otomano.

 


  Selim II, Emperador de los Turcos, siguiendo los designios ambiciosos e ilimitados de su Padre, nada menos se propuso que la entera ruina de la cristiandad al furor de sus armas, y añadir a su Imperio todos los Reinos del Occidente. Aunque este Príncipe en realidad era un tirano afeminado, debilitado con el vicio del beber, y de otros consiguientes a este, había sido, no obstante, muy feliz en sus campañas, gracias a la conducta de los Soldados veteranos y buenos Generales que habían quedado por la muerte de su guerrero Padre. Envanecido con las victorias y lleno de soberbia, en el momento en que Italia estaba padeciendo una gran hambruna y el famoso Arsenal de Venecia había sido enteramente destruido por un fuego terrible, aquel tirano pidió inconsideradamente la rendición pacífica de la Isla de Chipre como satisfacción a ciertas pretendidas injurias; aunque en realidad solo era por el apego bárbaro que tenía a sus vinos.

Excelentes, con cuyo licor se regalaba con extremo, aunque le era prohibido por el Alcorán; amenazandolos con la fuerza en caso de resistirse. Como ya de antemano lo tenía todo dispuesto, los Infieles invadieron sin detención la Isla, tomaron por asalto a Nicosia en el año de 1570, después de un cerco de cuarenta y ocho días; y en el de 1571 por capitulación a Famagusta, después de haber batido esta Ciudad con cerca de ciento cincuenta mil cañonazos, durante un asedio de setenta y cinco días. Sin embargo de que habían sido ratificados con los juramentos más solemnes los artículos de una capitulación honorífica, el Bajá Mustaphá con inaudita perfidia, dio la muerte más cruel a todos los valientes oficiales Venecianos que se hallaban en la Plaza; y mandó que el Gobernador Brigadino, después de cortarle orejas y narices, con mil insultos, blasfemias y tormentos, continuados o repetidos por espacio de muchos días, fuese desollado vivo en la plaza mayor.

 Todo lo que sufrió aquel hombre animoso con una paciencia admirable y con grandes sentimientos de piedad, expirando en el tormento cuando acabaron de arrancarle el pellejo. Alarmado del riesgo que parecía amenazar de cerca a toda la cristiandad, tramó Pío V. una liga con Felipe II. Rey de España y con los Venecianos, para contener los progresos de las armas Mahometanas; porque los demás príncipes se excusaron con sus disensiones intestinas. Fue ratificada esta alianza en el mes de mayo del año de 1571; y para obviar motivos y ocasiones de desavenencias entre los príncipes ligados, el Papa se declaró Jefe de la liga y de la expedición, nombrando a Marco Antonio Coloma General de sus Galeras, y a Don Juan de Austria Generalísimo de todas las fuerzas. La armada se componía de veinte mil Soldados escogidos fuera de la gente de mar; y de 101 Galeones grandes, algunos Navíos.y un número muy considerable de galeotas y pequeños transportes. 

El Papa, al dar su bendición al General, casi le anunció una segura y cierta victoria, con una orden expresa de licenciar a cualquier soldado que fuese conducido solamente por el deseo del botín; y así mismo, a toda persona escandalosa y delincuente, cuyos crímenes pudieran provocar la ira de Dios contra sus armas. Los cristianos se embarcaron en Corfú y hallaron la armada Turca anclada en el puerto de Lepanto. Luego que los Turcos divisaron la armada de los Cristianos tan próxima, reforzaron sus tropas con las de tierra y se hicieron a la vela en orden de batalla. Don Juan de Austria ocupó el centro, y las alas sus dos Tenientes Generales, Coloma y el Veneciano Venieri; Andrés Doria mandaba el costado derecho, y Agustín Barbarigo el izquierdo. 

A los extremos de esta línea iban colocados Pedro Justiniani, que mandaba las Galeras de Malta, y Pablo Jordanes. El Marqués de Santa Cruz mandaba un cuerpo de reserva compuesto de sesenta bajeles dispuestos a sostener y socorrer la parte que flaquease en el combate. Juan de Córdova con un escuadrón de ocho embarcaciones corría delante para espiar los movimientos del enemigo; y seis Galeras Venecianas formaban la vanguardia de la armada toda. Un poco antes de salir el Sol se puso a la vista la Turca, compuesta de 330 naves de toda especie, casi en el mismo orden de batalla que la Cristiana, a excepción de que formaba una media luna conforme a la costumbre de aquellos guerreros: no llevaban escuadra de reserva, y siendo por tanto su línea mucho más espaciosa, excedía en su frente en mucho a la de los cristianos, que es una ventaja conocida en el combate. Hali estaba en el centro de la enemiga al frente de D. Juan de Austria.

tauch era su Teniente: Louchali y Siroch mandaban las dos alas contra Doria y Barbarigo. Don Juan dio la señal de embestir, y desplegando las banderas las puso hacia la popa, donde iba entallada la Imagen de Cristo Crucificado. Los Generales Cristianos exhortaron a sus soldados en muy pocas palabras, y después hicieron la señal para la oración: a esta se pusieron todos de rodillas ante el Crucifijo, y continuaron en esta postura hasta que se aproximaron ambas armadas, en cuyo lance otra señal fue el principio del combate. Arrojáronse los Turcos con gran furia y esfuerzo sobre los Cristianos, ayudados de una ráfaga favorable de viento, que les prometió todas las ventajas imaginables, especialmente viéndose superiores en número y más espaciosos de frente. Pero el viento que antes había sido grande calmó apenas principió el combate. Sucedió una calma inesperada, y a esta muy poco después un contrario y fuerte viento favorable a los Cristianos; el cual, echando el humo y el fuego de su artillería sobre los contrarios, casi enteramente les cegaba; y al fin les abatió de un todo.

 El combate fue el más sangriento y obstinado, y la victoria la más completa que jamás se había ganado contra el Imperio Otomano. Después de tres horas de combate que siguieron con igual ventaja, el ala izquierda mandada por Barbarigo ganó postura y echó a pique la Galera en que iba Siroch, que había peleado con admiración. La pérdida de este General desanimó de tal modo su escuadra que, oprimida vigorosamente por los Venecianos, huyó a buscar el abrigo de las costas. Viendo Don Juan la ventaja de los suyos, se animó con nuevo espíritu, doblando los fuegos, y mató a Hali, General Turco, abordó su baxel, abatió su estandarte, y clamó la victoria: desde este punto ya no hubo más combate, sino un perfecto estrago del enemigo en el centro.Corregir texto: ...yendo y muriendo Turcos sin poder hacer resistencia. Louchali, a la verdad, con la ventaja del número oprimió hasta una distancia grande a Doria, que mandaba nuestra derecha, hasta que el Marqués de Santa Cruz, juntándose con él, obligó al Turco a huir a todo trapo y escapar con solas treinta galeras, dejando o apresadas o sumergidas las demás. 

Pelcòse esta famosa batalla en el día 7 de octubre del año de 1571 y continuó desde las seis de la mañana hasta el fin de la tarde, en que acercándose las tinieblas de la noche lo inquieto del mar obligó a los cristianos a buscar el asilo de los vecinos puertos. Los Turcos quedaron con su altivo Emperador poseídos de un terror pánico al oír las nuevas de tan mortal derrota; y la Ciudad de Constantinopla tan atemorizada como si ya tuviese a las puertas al enemigo: muchos de sus habitantes llevaron sus mismos tesoros a los cristianos para que les guardasen, como si de antes hubieran sido suyos, o la Ciudad hubiera estado en su poder. 

Los Infieles, que ensoberbecidos antes con sus rápidas conquistas en el Oriente, habían pensado ocupar la Italia y todo el resto de la cristiandad, quedaron enseñados con esta derrota a no presumir su poder vano; y a pensar en que el término de sus victorias estaba ya prescrito para siempre. Dios, que puso límites a las furiosas olas del mar, y que lleva en la mano el globo del Universo como un grano de arena, fija también los términos a los Estados e Imperios, y gobierna sus revoluciones. Abandonando al poder de los Infieles muchas Naciones florecientes da un ejemplo terrible de su justicia.


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