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Dios mío, asistidme con la gracia que necesito para santificar todas mis comidas mediante una oración fervorosa y la ofrenda que os haré de ellas, en memoria del pan celestial con el cual me alimentáis en vuestra santa mesa. Ruego por la renuncia a la gula y por algunos sacrificios.
DÍ Una de las cosas que nos aparta de la perfección es, sin duda, nuestra lengua. Llegar al punto de no pecar al hablar significa alcanzar dicha perfección, según el testimonio del Espíritu Santo. Por ello, hablemos poco y bien, con sencillez, caridad y de un modo que no se oponga a la virtud (San Francisco de Sales). San Luis Gonzaga, antes de hablar, dirigía a Dios con fervor la oración del Profeta: "Señor, pon una guardia en mis labios".
San Vicente de Paul había llegado a ser tan dueño de su lengua que nunca se le escuchaba pronunciar palabras inútiles. Incluso cuando estaba lleno de ocupaciones, lo cual ocurría frecuentemente, solía decir: "Dios sea bendito, es preciso estar contentos con lo que se digne enviarnos". San Luis Gonzaga, al ser preguntado por uno de sus compañeros sobre cómo evitaba pecar por palabra, respondió: "Antes de hablar, pienso en lo que voy a decir, y lo encomiendo a Dios para no expresar nada que pueda desagradarle".
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