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Por
los años del Señor de 1210 estaban las cosas de España dispuestas de tal manera
, que dos reyes de los principales que dominaban en ella , el uno moro ,
llamado Mohamed , y el otro cristiano , llamado D. Alfons- so VIII , rey de
Castilla , pensaban a un mismo tiempo la total destrucción de sus respectivos
contrarios . El moro , insolente con los buenos sucesos que en los años
anteriores le habían proporcionado la discordia de los príncipes cristianos y
su muchedumbre , creía estar en proporción de so- juzgar a toda España ,
esclavizar a sus moradores , y desterrar de entre ellos hasta la memoria de la Santa
. Cruz , y del que padeció en ella muerte afrentosa por la redención del género
humano . Juntaba para este efecto numerosas huestes , haciendo venir de África
gran número de peones y caballos , y haciendo todas las provisiones que se requerían
para una de las más atrevidas y locas empresas .
El rey de Castilla por su parte , ha- viendo ajustado paces entre todos los príncipes cristianos , estaba persuadido á que era la sazón más oportuna de convertir unánimemente todos sus esfuerzos contra una nación bárbara , que amenazaba continuamente con la extirpación del nombre cristiano . Se lisonjeaba de que esta operación bien dirigida pondría en sus manos el dominio de toda aquella parte de España que poseían los moros , y de que estos se verían precisados a salvar sus vidas huyendo a África como á único asilo . Adoptado este pensamiento , que comunicó con todos los grandes de su reino , así eclesiásticos como seculares , de quienes fue aprobado , di- rigió sus esmeros a prevenir todo lo necesario para tan grande empresa . A la verdad , que de su feliz éxito pendía en gran parte la ventura de toda la cristiandad , y por lo mismo apenas había príncipe en Europa , a quien no se le debiese considerar como interesado . Era también el Sumo Pontífice , como padre y pastor universal del rebaño de Jesucristo , a cuya vigilancia y desvelo pertenecen iguales oficios en lo espiritual , que a los príncipes soberanos en orden a las cosas temporales y a las armas . Para negociar con el santo padre los beneficios espirituales de una cruzada para todos los que militasen en aquella grande expedición , envió el rey de Castilla a Roma al obispo de Segovia , Gerardo . El arzobispo de Toledo , D. Rodrigo , fue enviado igualmente a Francia , para solicitar con los príncipes y caballeros poderosos , que concurriesen por su parte a una guerra en que tanto interesaba la religión . Estas diligencias surtieron ti- dos los efectos que podían desearse . El Sumo Pontífice , que a la sazón era Inocencio III , no solamente concedió a los que fuesen a pelear contra los moros todas las gracias é indulgencias acostumbradas en aquellos tiempos con los que se alistaban para la conquista de la Tierra Santa , sino que además hizo publicar por toda la cristiandad las amenazas y base- más que contra la Santa . Cruz había proferido el rey bárbaro , exhortando a todos los fieles a que procurasen implorar el auxilio divino por medio de oraciones y santas obras . En la ciudad de Roma se hicieron devotas y solemnísimas procesiones , à que concurrió el santo padre descalzos los pies , incitando con su ejemplo a que todos los cristianos. ciclos de penitencia en satisfacción de sus culpas , para hacer así que fue- sen más poderosas con el cielo sus plegarias . Lo practicado en Roma sé difundió fácilmente por las provincias del cristianismo , y dio nuevo valor a las negociaciones del arzobispo D. Rodrigo . De todas partes se alistaron príncipes y grandes señores , que con mucha gente de a pie y de á caballo se pusieron en marcha para el ejército del rey de Castilla . D. Alonso entre tanto hizo que en su reino se imitasen las cristianas diligencias que se ha- bien practicado en Roma : En todos los pueblos y ciudades se hicieron rogativas públicas y procesiones de penitencia , implorando el auxilio de aquel gran Dios que favorece a los que confían en él , y castiga a los que fiados en sus fuerzas ultrajan su santo nombre . Al mismo tiempo que procuraba el favor del cielo , no se descuidó de juntar grandes almacenes de armas y de vituallas , y de cuanto su prudencia contempló necesario , para que un ejército tan numeroso estuviese perfectamente abastecido . 4 los reyes de Navarra y Aragón se señalaron entre todos por el gran número de gente , y la grande actividad que pusieron en esta empresa , como a quienes tan de cerca les pertenecen sus buenos y malos efectos ; pues según por todas partes publicaba el arzobispo D. Rodrigo , el rey moro había jurado con gran soberbia , que a cuantos adoraban la Cruz por todo el ámbito del mundo había de perseguir con guerra y muerte hasta el último exterminio . El número de soldados que vinieron de las no- cines extranjeras , ascendía como a doce mil caballos y cincuenta : mil infantes . Portugal , sin embargo de haber muerto por este tiempo el rey D. Sancho , y haberse alterado algún tanto las disposiciones que había para esta guerra sagrada , envió un número considerable de gente , parte de orden de D. Alonso II , que había sucedido en el reino , y parte de sol- dados voluntarios , que no querían privarse del grande mérito de pelear por la defensa de la religión de Jesucristo .
Era el punto de reunión la cie dad de Toledo , en cuyos contornos dispuso el rey D. Alonso los aloja- mientes necesarios para la comodidad y buena asistencia de ejércitos tan numerosos . Señaló a todos el rey D. Alonso el sueldo competente , según sus graduaciones militares y mandó se les asistiese con las vituallas que necesitasen , para lo cual había grandes repuestos en muchos almacenes .
Estando en esta disposición , llegó el rey de Aragón D. Pedro con veinte mil infantes , y tres mil y quinientos caballos y fue recibido en el día de la Santísima Trinidad del año del Señor de 1212 con demostraciones de extraña alegría . Dispuestas así todas las cosas , animados los soldados con la esperanza de ricos despojos , y lo que es más , fortalecidos con muchas gracias é indulgencias , que aumentaban en ellos el deseo de pelear contra los enemigos de Jesucristo ; preparado un tren de bagajes , que según ase → gura el arzobispo D. Rodrigo , testigo de vista , llegaba a sesenta mil carros , emprendieron la marcha para buscar al enemigo a 21 de junio del referido año . Era el ejército de los más numerosos que se había visto jamás , pues en Castilla habían obligado a tomar las armas a todos cuantos tienen edad competente para ello . Por donde quiera que fuera , esparcía el espanto y el terror . Los moros que guarnecían á Malagón , retirados a un castillo fuerte , situado en un cerro escarpado , fueron forzados , y pasa- dos todos á cuchillo . Otro tanto pretendieron hacer los extranjeros con Calatrava , ansiosos de derramar la sangre de los bárbaros , y conseguir de este modo su completa destrucción y exterminio . Pero los españoles más prudentes , y que conocen que con la desesperación que esta cruel + dad infundía en los enemigos , se aumentaban prodigiosamente sus fuerzas contuvieron a los extranjeros , e hicieron que se guardase fe con los rendidos , para con quienes podía más la generosidad , que la crueldad de los vencedores . Repartirnos los despojos entre los aragoneses y suelda- dos extranjeros , ya para alimentar así la codicia de los que peleaban más por deseos de enriquecerse , que por amor a la religión ; y ya también para q
ue el agradecimiento estrechase más íntimamente a los extranjeros . en la amistad de los españoles . Pero Dios , que quería hacer visible que el triunfo que se había de conseguir era todo obra suya , y no fruto de la in- Austria humana permitió que fuesen insuficientes estos medios para con- servar la armonía .
Desconcertárnosle las tropas advenedizas , y ya fuese por el rigor de los calores , las muchas enfermedades que esto ocasionaba , o bien porque hubiesen cumplido con los cuarenta días que tienen obligación de servir los cruzados , que se alistaban en las banderas católicas ; lo cierto es , que trataron de volverse a sus tierras cuando apenas había comenzado la campaña .
Este triste suceso no acobardó un punto el gran corazón del rey de Castilla , que más que en sus soldados confiaba en Dios para el buen éxito de su empresa . No siguieron el pernicioso ejemplo Arnaldo , obispo de Narbona , ni Teobaldo Blanco , natural de Poitiers , antes bien llevaron muy á mal la cobardía é infidelidad de los de su no- con , y determinaron perder antes la vida que abandonar por su parte una causa tan justa .
De la partida de los extranjeros resultaron grandes turbaciones en el ejército , apoderándose de unos el miedo y la tristeza , y de otros la fuer- la del mal ejemplo , que causó deserción en muchas compañías . Pero por otra parte resultaron algunos beneficios , porque noticioso Mahoma de que se había desmembrado el ejército de los cristianos , se resolvió a darles la batalla , para la cual se hallaba antes indeciso . Además de esto . quedaron después los españoles sin la obligación de tener que partir con los extranjeros el premio y gloria de una de las más grandes acciones que se vieron en el mundo . Sosegados , pues , estos disturbios , siguieron sus marchas , y llegaron a Alarcos , lugar desguarnecido , y que por lo tanto tuvieron los moros que abandonarle .
En este sitio se juntó al ejército el rey de Navarra D. Sancho con buena parte de gente , cuya venida deshizo la tristeza que había causado la fuga de los extranjeros .
Animados todos , y deshechos los rumores de cobardía
y de temor que antes se había es parecido , se pusieron en marcha , tomando
por fuerza cuantos castillos se les opnían en todas aquellas comarcas . Así
llegaron hasta el pie de Ser- la Morena , venciendo indecibles dificultades ,
ya por la aspereza y es- treces de los caminos , y ya por los obstáculos con
que el moro procuraba impedir el paso de los lugares estrechos . Noticioso Mahoma
de lo que pasaba en nuestro ejército , se preparó para hacer una oposición
vigorosa , Hizo todos los aprestos de armas y de vituallas , distribuyéndolas
en lagares convenientes . El mismo marchó a Baeza , y desde allí destinó
tropas que impidiesen el paso de los montes , cuidando principalmente de atajar.
puede mas muchas veces una falsa opinion apoyada que la misma verdad . Comenzóse á murmurar entre ellos sobre la imposibilidad de la empresa : creian que habian sido traidos á aquel sitio para ser víctimas de la ham- bre , ó de la désesperacion : este susurro cundia demasiado , apocaba los ánimos , y esparcia el espíritu de desercion ; de tal modo , que muchos soldados trataban de desamparar los reales , desconfiados enteramente de poder salir con la empresa . El rey D. Alonso lo veia todo , y se afligia dentro de su corazon ; pero firme siempre en Dios la esperanza de que no les faltaria su ayuda en el mayor conflicto . El miedo que vió esparcido por todo el ejército , y que se manifestaba bien en los abatidos semblantes de los soldados , dió nuevo fervor y eficacia á las oraciones que continua- mente al cielo dirigia , implorando su ayuda , de la cual dependia el honor y buen éxito de las armas cristianas , y la confusion de la bárbara morisma .: El cielo oye siempre las súplicas que nacen de un corazon puro y fervo- roso . El fue quien en aquel conflicto les preparó un villano , que tenia gran conocimiento de las mas escondidas trochas y veredas que cruzaban aquellas montañas . Este rústico , que algunos juzgaron por un ángel del cielo , á causa de no haberse visto mas despues que hubo mostrado el ca- mino , se presentó al rey , y le hizo promesa de que por sendas que él sa- bia , haria que pasase todo el ejército sin que recibiese algun daño , y frustrando todas las disposiciones de los moros . La propuesta de este pastor dividió á los capitanes en diferentes pareceres , opinando unos , que era un arrojo temerario el fiar á un hombre desconocido las vidas de tan- tos hombres , y la reputacion de las armas cristianas ; y juzgando otros , qué era igualmente temeridad el despreciar en circunstancias tan estrechas un arbitrio que parecia enviado del cielo . Determinaron , pues , que lo examinasen algunos por sus mismos ojos , para lo cual fueron señalados D. Diego de Haro , y Garcia - Romero . Hallóse ser verdad lo que el pastor decia , y aunque fue necesario tomar algunos rodeos , que los moros lle- garon á calificar de huida , las sendas que mostró fueron tan ciertas y có- modas , que en breve tiempo todo el ejército venció lo mas alto de las montañas , sin que los moros pudiesen hacerles resistencia . El éxito feliz con que habian superado los peligros que los tenian aco- bardados anteriormente , esparció entre los cristianos una universal ale- gria , y con ella volvió el antiguo valor á fortificar sus corazones . Habia pasadas las montañas un sitio cómodo , en que se estableció el rey don Alonso con toda su gente , y en un llano capaz para la formacion del ejér- cito formaron los reales á vista del enemigo . Preparóse éste para la bata- lla , repartiendo sus gentes en cuatro escuadrones , y quedándose el rey infiel situado en un alto collado , que lo dominaba todo con la gente de su guardia . Como los cristianos se hallaban demasiadamente fatigados con la subida de tan ásperos caminos , no tuvo el rey Alonso por convéniente el entrar luego en batalla ; antes bien dió órden , de que en aquel dia y en el siguiente se diese abundante sustento á soldados y caballos , para que des- cansasen del pasado trabajo , y cobrasen nuevos alientos para entrar con vigor en la pelea . Estas medidas de prudencia militar las calificaba Ma- homad de cobardía ; tanto , que viendo que en dos dias seguidos no bajaban los cristianos á la batalla , llegó á persuadirse que estaban caidos .
ánimo y poseidos del temor . Envió mensajeros a todas las ciudades de su secta , mandándoles decir con palabras soberbias y arrogantes , como te- nia cercados á tres reyes cristianos , y cogidos sus ejércitos como si fuera con redes , de modo que vendrian todos á sus manos , quedando muertos ó prisioneros . Esta nueva tan lisonjera se hacia mas alegre con lo que cada uno añadia de suyo ; pero al dia tercero , que fue un lunes à 16 de julio , se disiparon sus contentos , viendo lo contrario de lo que se habian imaginado . En este dia determinaron los cristianos dar la batalla ; y sa biendo que toda buena obra debe comenzar por Dios , y que sin su auxilio de nada sirven las numerosas huestes , se confesaron y comulgaron los . soldados cristianos , cobrando con tan divino alimento una fortaleza irre- sistible . Hecho esto , al amanecer ordenaron toda la gente en forma de batalla , encargando el mando de los lugares mas espuestos a los mas es- perimentados y valerosos capitanes . Los obispos y eclesiásticos , que iban en gran número , andaban de compañía en compañía esforzando á los sol- dados y fortaleciéndoles con palabras animadas del espíritu de la religion , concediéndoles al mismo tiempo muchas gracias espirituales é indulgen- . cias . El moro por su parte ordenó su gente en cuatro escuadrones , que- dándose él en su tienda real , ceroada de cadenas de hierro , y con una guardia numerosa de moros nobles y esforzados . Dispuestas asi las cosas , y estando para darse la batalla , el rey Alonso , desde un lugar alto en donde podia ser oido de todos , habló á los suyos , animándoles de esta manera : « Bien salieis , les decia , ó valerosos españoles , que injusta mente y contra todo derecho ocuparon nuestra España esos bárbaros que leneis presentes .
} Sabeis , que por la fuerza de nuestro brazo han sido ya despojados de la mayor parte de los usurpados dominios . La presente ac- cion va á completar su entera ruina , ó renovar en nosotros las antiguas cadenas . Si venciéreis , ya no les queda lugar en toda nuestra España , donde puedan vivir seguros : si fuéreis vencidos , no les queda obstáculo para volverla toda á sujetar á su dominio . La justicia , la razon y Dios , nismo está en nuestro favor . Si confiados en él peleáreis contra esa cana- lla , que confia únicamente en su multitud y en sus fuerzas , alcanzareis una gloriosa victoria . Ya no os queda otro partido que la esclavitud ó el triunfo ; arremeted , pues , con el valor y fortaleza que manifiesta la ale- gria de vuestros semblantes .
El moro por su parte animó á los suyos , representándoles la superioridad de su ejército , y la cobardia que habian manifestado los cristianos en los dias anteriores . Que en aquella , accion consistia el dominar para siempre á toda España , ó perder del todo las provincias que en ella poseian . Animados los soldados por una y otra par- te , se comenzó la batalla con grande valor y esfuerzo . Seguia la matanza , sin que por ninguna parte se declarase la victoria .
Pero el arzobispo , haciéndole presente que en la conservacion de su vida consistia la victoria , le detuvo diciendo : De ninguna manera , ó rey , morimos , sino que antes bien venceremos felizmente á nuestros enemigos , En esto el último escuadron se adelantó y cargó sobre los moros con tanta furia , que infundió nuevo esfuerzo y valor en las tropas cristianas , resti- tuyéndolas á sú primer órden . Ya habian peleado la mayor parte del dia , sin que los cristianos desmayasen un punto de su primer esfuerzo . Los moros , por el contrario , cansados y no pudiendo sufrir el estrago que hacian en ellos las huestes cristianas , comenzaron á flaquear , desorde- narse , y en breve tiempo , lo que comenzó desórden , se convirtió en pre- cipitada fuga , dejando en manos de los cristianos una gloriosa victoria . Algunos refieren que al principio del combate apareció en el aire una resplandeciente cruz de varios colores , que al paso que esforzaba á los cristianos , llenaba con su vista de terror á los infieles ; pero de este acac- cimiento no hicieron mencion ni el arzobispo D. Rodrigo , que se halló presente , ni el mismo rey en la carta que escribió al papa Inocencio , dán- dole cuenta de lo que habia sucedido . Lo que hay de verdad , y es caso . maravilloso , fue , que penetrando diferentes veces por los escuadrones de los enemigos el canónigo de Toledo , que llevaba la cruz arzobispal , jamás pudieron herirlo , como lo intentaron , disparándole muchas saetas y lan- zas , antes bien se vió que los dardos quedaban clavados en el asta de la cruz sin que ninguno tocase al canónigo ; todo lo cual animó mucho á los cristianos , y les certificó del visible patrocinio con que el cielo los ayuda- ba . Esto se vió mas claramente , en que habiendo perecido de los moros cerca de doscientos mil , el número de cristianos muertos no pasó de veinte y cinco .
El rey moro se salvó huyendo , y los cristianos se apoderaron de todas sus tiendas , haciendo ricas presas ; y tomando innumerables des- pojos , los cuales se repartieron de modo que todos quedaron gozosos y contentos . Esta victoria , así como fue llorada por los enemigos del nom- bré cristiano , así tambien fue celebrada con grandes fiestas y regocijos por toda la cristiandad . En todas partes se creia que no podia llegar á mas la gloria del nombre de Jesucristo , cuya santísima Cruz habia penetrado y desordenado los escuadrones enemigos , dando á los cristianos un triunfo milagroso , de que no habia ejemplar en las historias . Por esta causa se instituyó en España , por mandado del papa Gregorio XIII , esta fiesta del Triunfo de la Santa Cruz , para dar gracias a Dios de que por su virtud quedasen postrados aquellos mismos que pretendian con soberbia dester- rarla del mundo , y poner en cadenas á todos sus
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