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La voz y la infamia del prójimo corren con alas, y siendo incierta la culpa, es cierta e irreparable la pena de su deshonra.
Sea pues la regla que, en tales casos, el cristiano que quiere cumplir con la ley de la caridad no crea en la voz pública ni se fie de ella, porque va contra toda razón, siendo fundamento de engaño, como una fama recién nacida, condenar en las conversaciones al ausente.
La fama, según escribe Tertuliano quita, añade y cambia gran parte de lo verdadero, y siempre se acompaña de la mentira.No permanece sino cuando es falsa, y cuando no puede probar lo que proclama. Se reconoce que por más que afirme y asegure lo que publica, apenas tiene más origen y fundamento que una lengua mentirosa. Aquellos primeros Doctores de la Iglesia, en las defensas que hacen de los fieles, dicen muchas veces que es contra toda razón y justicia creer lo que se publica abiertamente y, con testimonio de muchos, se calumnian contra los cristianos, y que sin más prueba que la fama y la voz no deben ser tenidos por facinerosos.
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