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"Refiere el Cardenal Belarmino que una doncella se confesaba con un Obispo, comulgaba cada día, se ejercitaba en obras de mucha virtud, y por eso todos la reputaban por santa. El demonio, para engañarla, hizo que viera a un hombre muy galán. Este se le traía a la memoria, y con este pensamiento la hacía guerra, y perseverando en la tentación, la hizo caer, y en su pensamiento deseó pecar con aquel hombre; pero no le habló, ni tuvo noticia de su voluntad, y ella, viéndose esclava del demonio, y que se iba al Infierno, se quería confesar; pero no se atrevía, porque la ocasionaba gran pena declarar su pecado; porque el Obispo la tenía en opinión de santa, y no tenía cara, ni ánimo para decir que había consentido en aquel pensamiento deshonesto. Finalmente, pudo más la vergüenza que temor de Dios. Confesó los pecados leves y ocultó el pecado mortal de pensamiento consentido. Murió sin confesarlo, ni los Sacrilegios. Y avisado el Obispo de su muerte, dijo: "Esta ha subido desde la cama al Cielo, ¿para qué hemos de decir Misa por ella? Pero porque no hay persona tan Santa que no tenga algunos pecados veniales, si por esto está en el Purgatorio, quiero aplicarle hoy la Misa". En esta ocasión se levantó en la Iglesia una grande llama de fuego, y el Obispo la dijo: "Yo te conjuro de parte de Dios, que digas, ¿qué es esto y quién está aquí?" Respondió: "Aquí está el alma de la doncella, que tenías por Santa, y está en las llamas del Infierno". El Obispo dijo: "Si tú te has condenado, ¿quién se salvará? ¿Cuál ha sido la causa de tu perdición?" Respondió: "Un pensamiento consentido en materia de deshonestidad: al principio lo resistí muchas veces; pero después caí en el solo con el deseo, sin llegar a ejecutarlo, y aunque supe que era pecado mortal, por vergüenza lo callé en la confesión, y de esta manera confesaba y comulgaba, hasta que la Justicia de Dios ha tomado venganza de mi pecado". Entonces dijo el Obispo: "Desdichada, no quisiste confesar tu culpa en el secreto de la confesión, pues justo castigo es que tú misma lo publiques en la Iglesia en presencia del Pueblo. Este es el castigo de la soberbia, y se cumple la palabra."
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