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Siendo esta Señora la Reina, colocada a la diestra del Todopoderoso, siempre lista para socorrer a los afligidos, ¿cómo podría faltar en esta ocasión en la que este novicio se encontraba tan turbado? Se le apareció señalando hacia la fuente de la salud, a Cristo crucificado, de cuyas llagas brotó el remedio para nuestras dolencias. Esto nos indica que, en medio de las aflicciones y perturbaciones que surgen en esta vida, no debemos desfallecer, sino perseverar con constancia y soportar con paciencia lo necesario para alcanzar las promesas y ofertas de Dios, como lo expresaba San Pablo. Reflexionemos sobre lo que padeció el Salvador, motivado únicamente por nuestros pecados.
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