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Estando en el martirio, Sodot, mártir, dijo: "Los siervos varones espirituales no temen a la muerte, porque tienen sus ojos puestos en la corona de la vida eterna, donde está su tesoro. Pero los carnales, al oír que viene la muerte, temen, porque les quieren quitar la vida presente que aman, donde tienen su tesoro".
"¡Oh muerte, cuán amarga es tu memoria!", dice el sabio, "al hombre que tiene paz en sus riquezas" (Eclesiástico 4).
También hay algunas muertes que parecen malas, según cuenta san Agustín de su discípulo, san Eusebio. Viniendo la hora de su muerte, se le apareció un demonio que lo provocaba a blasfemar contra Dios. Eusebio comenzó a dar grandes voces, diciendo: "No consiento, no consiento", y hacía grandes gestos y muecas, lo cual causaba gran temor en todos los monjes. San Agustín comenta: "No debemos juzgar a nadie en esta hora por cosas semejantes. Siendo Eusebio tan santo, le aconteció esto, y orando todos, se fue el demonio y se le apareció san Jerónimo, y murió con gran gozo".
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