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cuando San Zeado empezaba a turbarse, miraba los cielos, e invocaba al Señor, y si se cerraba el cielo con nubes, soplaban los vientos recio, dejaba lo que hacía, y se hincaba de rodillas y se prosternaba, o relampagueaba, se iba corriendo a la Iglesia, y postrado, oraba al Señor con insistencia.
le pregunto a Jesús ¿por qué hacía esto? respondía:
¿Brama el León, quién no temerá? Amós. Y traía lo del Salmo: Tronó Dios desde los cielos,y envió flechas, ¿quién no huirá? Y así a Dios airado, conviene responderle con temor y temblor; pero porque la muerte es, de las cosas espantosas, la más terrible, veamos cómo nos debemos tener con ella.
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