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"Los niños que tengo, Señor y Dios mío, son un regalo de vuestra bondad. Habéis creado en mí un sentimiento que los hace gratos a mi corazón, el sentimiento del amor paterno. Señor, lo que me
habéis dado también es vuestro. Ofrezco, pues, vuestro regalo: dignaos ser su padre. Soy un miserable mortal. ¿Qué puedo hacer por ellos sin Vos? En breve se quedará seco el árbol que he plantado si no lo humedece el rocío del cielo y si no le riegan las aguas que se evaporan en vuestras nubes.
Vos que dais al cuerpo su alimento, que conserváis la flor que nace en medio de las rocas: Padre de los hombres, cuidad de estas inocentes criaturas, para que sean felices en esta vida y en la otra. Ayudadles, Señor, a inculcarles la bondad y la humildad, y a hacerles "Útiles por medio de la educación. Señor, concededles la inteligencia y el conocimiento de lo bueno, de lo justo, y la voluntad para cumplirlo. Concededles, os suplico, los tesoros del cielo. No deseo para ellos otra cosa. Estos son los bienes necesarios; los demás deben serles indiferentes.
No os pido para ellos, ¡oh mi Dios!, las riquezas de este mundo: dadles solo un cuerpo sano y robusto, amor al trabajo, para que puedan hacer frente a sus necesidades; pero dignaos sobre todo dotarlos de un modo de pensar recto y noble que no se doblegue ante la violencia de los huracanes de la vida. Dadles ojos perspicaces para que puedan discernir la verdad y no se dejen deslumbrar por el falso resplandor de este mundo."
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