- Obtener enlace
- X
- Correo electrónico
- Otras aplicaciones
- Obtener enlace
- X
- Correo electrónico
- Otras aplicaciones
Atanasio, columna firme de la Fe Católica en aquellos tiempos de los arrianos, mientras huia volviendo hacia sus contrarios la proa de la barca en que huía de su furor, y encontrándose de propósito con ellos mismos, a la pregunta que le hicieron si Atanasio estaba lejos de allí, respondió que no estaba lejos, con lo que se les fue de entre las manos.
Entre tantas adversidades, el Señor piadosísimo, por dar algún consuelo a fray Luis, recrear su ánimo y alentarlo, inflama de tal suerte el espíritu de cierto monje, varón adelantado en virtud y de santidad conocida, que se hallaba presente a la acción y contemplando profundamente el suceso de ella, que prorrumpió en la exclamación que se sigue con notable fervor:
¡Oh bienaventurada Orden de San Francisco! ¡Oh feliz religión de los Frayles Menores, que socorrida con la ayuda de tan poderoso Padre, resucita una y otra vez! Y apenas se derrama sobre ella la ponzoña mortal de la inobservancia, cuando, preparándosele en el cielo el antídoto de una nueva reforma, la preserva de la muerte con tanto aumento que no solo la restituye a su antigua salud y a la observancia de la Regla Seráfica, sino también la hace florecer en estado de mayor lustre.
¡Oh tú, fray Luis, tres y cuatro veces dichoso, reconocido a este gran beneficio del Señor celestial, con que te ha elegido por columna y defensa de tan sacro edificio! Pelea recta y legítimamente hasta el fin contra las tentaciones de los hombres y los demonios, de que ha de resultarte y te espera gloria tan alta para con Dios y con todas las gentes.
Por lo cual, pelea con ánimo, prosigue con ardor varonil y no desmayes por ningún caso, que las palabras del sabio te están diciendo: “Pelea por la justicia y tu alma batallara.
- Obtener enlace
- X
- Correo electrónico
- Otras aplicaciones
Comentarios
Publicar un comentario