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¡Qué bien parece un cuerpo honesto, casto y modesto, qué representación del cielo! ¡Cómo en la cara se parece lo que está en el alma, comunicando el alma al cuerpo la virtud, que tanto adorna el cuerpo, lo limpia y hermosea! Bendito sea Dios para siempre, que tanto favorece la castidad, que aun en los gentiles, que no la tuvieron en el perfecto punto como los cristianos, se ha visto esto, como más abajo diremos.
Y pues que Dios tanto quiere esta virtud, como hemos dicho, bien se sigue que la gente de entendimiento y derecho la estime y valore.
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