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hombre atrevido, si tuviese la Reina una cama muy rica en que descansase, algún cofre o vaso muy preciado, o una piedra preciosa que mucho estimase, y tú procurases ensuciar tal joya, ¿qué te haría el Rey? Pues, habiendo tantas mujeres por este mundo (que es dolor y grande lástima) que tan barato se venden, y que tratar con ellas no afrentaras tan en particular a la majestad de Dios ¿por qué andas buscando esas pocas de almas castas que Dios tiene, para ensuciarlas, ya sea con obra, con pensamiento, o con oír tus palabras tan locas y ruines?
Hombre, ponte una mira en lo que haces. Y ya que eres tan desventurado, que ni el amor, ni el temor de Dios, ni la obligación que le tienes te refrena de serle traidor y tocarle sus joyas, al menos el temor del castigo, que a las bestias y locos suele refrenar, refrenate a ti, hombre cristiano.
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