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La devoción hacia la imagen de Nuestra Señora de Atocha ha sido constante a lo largo del tiempo. Existen varias teorías sobre el origen de su nombre: algunos sugieren que proviene de Antioquía, de donde la trajeron San Pedro y sus discípulos; otros creen que deriva de la palabra griega "Theotoca", que significa Madre de Dios; y otra versión apunta a la yerba tocha o atocha que crecía en el lugar donde se encontró la imagen.
La imagen, atribuida a San Lucas Evangelista o a Nicodemo, mide aproximadamente vara y media de altura y está sentada en una silla de la misma madera. Al igual que muchas otras imágenes veneradas en España, sostiene al Niño Jesús en su brazo izquierdo y en la mano derecha un libro y una manzana.
El templo que alberga la imagen contiene banderas y estandartes de batallas célebres y enseñas arrebatadas a los moros. Aunque gran parte de la iglesia original no existe, aún se pueden admirar pinturas de Ricci y Carreño.
En 1837, para proteger el santuario de la revolución que destruía conventos y monasterios, se convirtió en cuartel de inválidos y la imagen fue trasladada de la iglesia de Santo Tomás a su templo original.
La imagen ha sido sacada en procesión en varias ocasiones para pedir ayuda divina en momentos de desgracia. Los reyes de España han mostrado gran devoción, asistiendo a grandes solemnidades y a la salve los sábados por la tarde, una costumbre iniciada por Felipe III. Además, los monarcas acuden al santuario en eventos importantes como su ascenso al trono y la presentación del heredero. Un ejemplo notable es la ofrenda de la reina Isabel de Borbón en 1852, tras un atentado contra su vida.
Los numerosos votos y ofrendas en el santuario reflejan la devoción universal de los madrileños y españoles hacia la Virgen de Atocha.
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