su estrategia principal es atrapar al hombre en sus propias negligencias

Amabilísimo corazón de Jesús, centro de todas las perfecciones

¡Amabilísimo corazón de Jesús, centro de todas las perfecciones y fuente inagotable de gracias y misericordias infinitas! ¡Hasta qué exceso habéis, Señor, honrado a esta vilísima criatura! No contento con haberme creado a vuestra imagen y amado desde la eternidad, ni con haber conversado treinta y tres años con hombres tan ingratos, quisisteis verter por mí tantos sudores y lágrimas y hasta la última gota de vuestra sangre preciosísima en la cruz. 

No bastando a vuestra caridad tantas finezas de amor, instituisteis este inefable Sacramento para ser mi consuelo, mi alimento y mi vida, para inmolaros todos los días al eterno Padre en infinitos altares por mi amor. ¡Y qué, dulcísimo Jesús mío, ¿ignorábais por ventura los enormes agravios que habíais de recibir? 

¿No sabíais que habría tantos infieles que os desconocerían, tantos herejes que obstinados negarían vuestra real presencia y os harían encarnizada guerra; y sobre todo, tantos cristianos que ingratos pagarían vuestro fino amor con frialdad, desprecio e ingratitud?

 Si yo al menos, blanco de tantas finezas, hubiese correspondido siempre a vuestro amor! ¡Mas, ay! que yo fui también uno de estos ingratos. ¡Yo también, insensible a tan grandes favores, os clavé mil y mil veces en el madero de la cruz! Mas penetrado ahora de vivo dolor por mis muchos agravios y negra ingratitud.


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