su estrategia principal es atrapar al hombre en sus propias negligencias

Aprendan los padres, en las muertes de sus hijos



 Para las almas de los difuntos, es más grato a Dios si estas fueran acompañadas con su santísima voluntad, conformándose con ella y no dejándose llevar por el amor desordenado, que más retrasa sus penas que las apresura. Lo pruebo con la Historia de Cantimprato, libro 2, que refiere el caso de una abuela a quien se le murió un hijo virtuoso , quedándole otro, pero no de tan loables costumbres. 

Le causó muchas lágrimas la pérdida de tal hijo, y con tanto exceso, no podía mitigar su llanto. Pero quiso el Señor mostrar el estado en que se hallaba su hijo cuando vio la madre que muchas almas con semblante alegre corrían apresuradas por la vía láctea del cielo. Entre ellas descubrió el alma de su hijo apartada de las demás, que caminaba muy despacio con una vestidura mojada y ropaje arrastrando.

Le preguntó la madre: "¿Qué es esto hijo? ¿Cómo caminas tan lento, mientras los demás se adelantan así?" El hijo respondió: "Es por el peso de mi manto, mojado con el agua que has derramado de tus ojos, que apenas su peso me deja caminar. Si no fuera porque te has dejado llevar tanto por el sentimiento, con el socorro de las misas que por mí se han celebrado, correría yo igualmente con los otros. Ten menos sentimiento por mi pérdida, y tu ánimo esté más conforme con la voluntad del Señor."

Aprendan los padres, en las muertes de sus hijos, a no dejarse llevar tanto del sentimiento natural, no sean desmedidos en sus afectos, y acuérdense de que Dios, que es el verdadero Padre, es quien se los da y se los quita según su beneplácito. Tengan en su memoria lo que decía el pacentísimo Job en la pérdida de sus hijos: "El Señor me los dio, y el Señor me los quitó: sea su nombre alabado para siempre." No sea que, olvidándose de esta conformidad, sirvan más a sus hijos de verdugos, ocasionándoles mayor dilación en las penas del Purgatorio.

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