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¡Corazón amantísimo , de mi amado Jesús! Vos andáis buscando quien os consuele en estos días, dignándoos estar expuesto en la sagrada Eucaristía, para mostrarnos que, aun en estos días profanados con desórdenes y crímenes tan enormes, conserváis para con nosotros afectos no de ira y venganza, como merecíamos, sino de paz y misericordia. Correspondiendo a vuestra invitación amorosa, vengo yo también a unirme con tantos siervos fieles, deseoso de mitigar con ellos la vehemencia de vuestras angustias y congojas, y resuelto a vivir todo este mes refugiado dentro de Vos.
Permitidme humillarme ante vuestro acatamiento divino en compañía de los Serafines que os están haciendo aquí la corte, y llorar con ellos los muchos agravios que os he hecho, y que tantos otros cometen contra Vos.
¡Ojalá pudiera yo impedirlos aunque fuese a costa de mi sangre! ¡Por cuán bien empleada la daría con tal que Vos, oh bien mío, no fueseis ofendido! Por lo menos aceptad en reparación de tantas blasfemias y pecados como tienen lugar en estos días, aceptad todas cuantas alabanzas os tributan los Bienaventurados y el Corazón de María, que os ama y glorifica más que todos ellos juntos. Aceptad vuestros mismos merecimientos infinitos y todos cuantos sacrificios os ofrecen en toda la santa Iglesia.
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