su estrategia principal es atrapar al hombre en sus propias negligencias

Fray Iacopone y el Milagro de los Pollos



El señor Jacobo" (que era su noble título original), comenzaron a llamarlo despectivamente "Iacopone", como se dice en nuestra lengua.El siervo de Dios, nuestro Señor, soportó esto como si fuera una piedra sin sentir ninguna molestia; al contrario, mostraba alegría cuando se burlaban de él. Llegó al extremo de que los ciudadanos de aquel pueblo no tenían otro pasatiempo que hablar o burlarse de él, algunos para provocarlo y otros por el gusto que tenían por sus respuestas ingeniosas. Porque pocas veces decía algo que no fuera notable o provechoso para el conocimiento de los propios defectos y para el camino de la humildad, por lo cual andaba de esta manera para alcanzar la perfección.

Cierto día, un ciudadano había comprado algunos pollos y, queriendo enviarlos a su casa a su mujer, vio a fray Iacopone y le dijo: "Hazme el favor de llevar estos pollos a mi casa." Él respondió alegremente que lo haría de buena voluntad. El ciudadano le advirtió: "Toma, Iacopone, y asegúrate de llevarlos a mi casa sin hacer ninguna de tus bromas. Ve con mucho cuidado, porque no querría que me hicieras alguna burla." Fray Iacopone respondió: "Descuida, que ciertamente los llevaré a tu casa con el mayor cuidado que pueda."

Tomando los pollos, se fue a una iglesia de nuestro Padre san Francisco, donde el ciudadano tenía su sepultura, y levantando la piedra que estaba en la puerta del sepulcro, arrojó dentro los pollos y volvió a cerrar la puerta del sepulcro. El ciudadano regresó a su casa, y al ver que fray Iacopone no había llevado los pollos, pensó que le había hecho alguna burla. Encolerizado, fue a la plaza, encontró a fray Iacopone y le dijo: "Yo sabía que harías alguna de tus bromas, pero tengo la culpa por haber confiado en ti." Fray Iacopone respondió que le sorprendía..

El ciudadano, al quejarse del asunto, preguntó: "¿Dónde están los pollos? ¿Qué has hecho con ellos?" Fray Iacopone respondió: "Yo los llevé a tu casa." El ciudadano dijo: "¿Cómo puede ser eso? Yo vengo de mi casa, y mi mujer dice que no te ha visto ni has ido allí." Fray Iacopone respondió: "Ven conmigo, te mostraré que digo la verdad."

Y, yendo ambos, los llevó a la iglesia de nuestro Padre San Francisco. Levantando la piedra de la puerta del sepulcro, le dijo: "Amigo, ¿no es esta tu casa? ¿No son estos los pollos que me diste? Observa, pues, con qué cuidado me has quejado de mí." El ciudadano, sin responder palabra, tomó los pollos y, lleno de temor, se fue a su casa, muy edificado por aquel ejemplo y lección que fray Iacopone le había dado.

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