su estrategia principal es atrapar al hombre en sus propias negligencias

déjalo a lo que la Virgen quiera



Fray Reginaldo, un devoto seguidor de Santo Domingo, cayó gravemente enfermo. En su desesperación, oró fervorosamente a Santo Domingo, implorando su intercesión. En respuesta a sus súplicas, Nuestra Señora se le apareció, rodeada de un resplandor celestial. Con infinita ternura, ella ungió a Fray Reginaldo y comenzó a sanarle de su enfermedad. Mientras lo hacía, le dijo: "Pide lo que quieras".

Una de las vírgenes que acompañaban a Nuestra Señora intervino en ese momento, aconsejando a Fray Reginaldo: "No le pidas tú nada, sino déjalo a lo que la Virgen quiera". Obedeciendo el consejo, Fray Reginaldo se mantuvo en silencio y aceptó la voluntad de la Virgen.

Nuestra Señora, con un gesto de amor y compasión, le quitó a Fray Reginaldo las tentaciones de la carne que tanto lo afligían. Luego, le mostró el hábito de Santo Domingo y le dijo: "Aquí tienes tu hábito y tu religión". Este gesto no solo significaba su recuperación física, sino también una renovación espiritual y una llamada a una vida de mayor devoción y servicio.

Una vez recuperado, Fray Reginaldo se levantó lleno de gratitud y fuerza renovada. Fue directamente a ver a Santo Domingo, a quien relató con detalle toda la maravillosa experiencia que había vivido. Con humildad y reverencia, pidió el hábito de la orden. Santo Domingo, reconociendo la autenticidad y profundidad de su experiencia, le otorgó el hábito, aceptándolo así formalmente en la orden.

Fray Reginaldo, ahora con un nuevo propósito, se dedicó con mayor fervor a su vida religiosa, sirviendo con devoción y compartiendo su testimonio con otros, inspirando a muchos con su historia de fe, sanación y renovación espiritual.

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