su estrategia principal es atrapar al hombre en sus propias negligencias

Vio Santa Elisabeth en sueños el ánima de su Madre triste y llorosa,

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habiendo muerto su Madre Santa Mónica, hizo oración por su alma, primeramente rogando a Cristo, que por su Santísima muerte, se compadeciese del ánima de su Madre, y después le pide al Señor, que mueva los corazones de los Sacerdotes, para que en el sacrificio de la Misa se acuerden de su ánima. 

Vio Santa Elisabeth en sueños el ánima de su Madre triste y llorosa, que le dijo de esta suerte: O hija mía de mi corazón, compadécete de mis dolores, por los que padecí cuando te llevé en mis entrañas, que son mucho más intensos estos que ahora me rodean, a los cuales estoy condenada, por el mucho cuidado que tuve en regalar mi cuerpo. Compadeciéndole la Santa de las penas de su Madre, hizo oración ferviente a Cristo, y la libró mereciéndole la corona de la inmortalidad.

Pero, ¿qué diremos de aquellos hijos tan crueles con sus Padres, que olvidados de sus tormentos, apenas cubren de tierra, cuando todo su cuidado es tratar de la herencia, suprimir los legados, o con sus pleitos embarazarles, y con la insaciable sed de su codicia, todo es recoger el dinero y las alhajas, y del ánima de su Padre, o de su Madre, que está gimiendo entre llamas, no se acuerdan de decirles una Misa para su alivio? Mudémosles el nombre a estos hijos, y llamémosles hombres desapiadados, y fieras más fieras que los Tigres de Hircania. Oigan pues los tales el castigo de su impiedad.


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