su estrategia principal es atrapar al hombre en sus propias negligencias

No hay duda de que María fue predestinada a la gloria

 


No hay duda de que María fue predestinada a la gloria antes que ninguna otra criatura. Un inspirado cantor de las grandezas de la Santísima Virgen María se expresa de este modo: «Lo que a María ensalza sobre todos los bienaventurados y le da una preeminencia especialmente suya, es el haber sido predestinada de un modo tan privilegiado y admirable, que entra en cierta manera a dividir todas las cosas con el Eterno Padre y con su Hijo en la obra sublime de la predestinación de los santos. Ella, por su único Hijo y en él, es uno de los principios que concurren a la predestinación de los elegidos: pues así como es imposible que Jesucristo lleve a cabo la predestinación de un solo hombre sin el concurso de su Eterno Padre, porque sin Él no sería Dios; casi es igualmente imposible que la lleve a cabo sin el concurso de su Madre, porque sin ella no sería hombre».


Siendo el destino de María tan sublime, ya que estaba predestinada para ser Hija del Eterno Padre, Madre del divino Verbo y esposa privilegiada del Espíritu Santo; en una palabra, el mundo de la Santísima Trinidad, como le llama San Bernardo, su Concepción debía ser una obra admirable de la diestra del Excelso, tanto en el orden de la naturaleza como en el de la gracia. Los devotos de María, los que se complacen en contemplar los tesoros de gracia que en ella ha depositado el Omnipotente, bendicen a un tiempo a Dios y a María: «Gracias a Dios porque os hizo su Madre, porque os hizo su Hija, porque os hizo su Esposa, porque os hizo Inmaculada, porque os hizo tan santa, porque os hizo tan sabia, porque sois mi refugio, porque sois mi alegría, porque sois mi esperanza». 

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