su estrategia principal es atrapar al hombre en sus propias negligencias

en el infierno el malo verá, conocerá claramente la malicia del pecado,

 


 el que deja de pecar ahora por el temor de la pena, Quiere no pecar, porque no quiere su daño, pero no deja de querer el pecado porque deseó pecar, y de hecho pecará, si lo pudiera hacer a salvo.

 Ahora muchos pecan sin remordimiento alguno: porque o no se dan cuenta de que pecan, o es tan grande el deleite que sienten en el mal que hacen, que no les da lugar a sentir otra cosa.

 Pero en el infierno el malo verá, conocerá claramente la malicia del pecado, y no sentirá deleite ninguno en él, sino inefable tormento. Por donde la sindéresis de la razón estará más libre y más esforzada para poder hacer su oficio, y lo hará con todo rigor, reprendiendo, azotando, atormentando al pecador por el mal y daño que hizo, no en ofender a Dios, sino en echarse a perder a sí mismo. ¡Oh, qué pena, qué tormento mayor sin comparación que el del fuego! Porque al fuego no le es dado naturalmente el atormentar al alma, y a la conciencia sí: y el remordimiento de la conciencia, siendo espiritual como es, está junto con el alma, metido íntimamente en ella, y así la ha de atormentar más y como los deleites espirituales."

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