Un monje cisterciense ,fue combatido

el difunto se le apareció a Justino, para advertirle del estoicismo

 


 C ardenal Cesare Baronio,narra la vida de Justino, quien más tarde sería reconocido como un glorioso santo mártir. Justino, filósofo natural de la ciudad de Samaria (más tarde llamada Nápoles), tenía una inclinación hacia la lectura de libros estoicos y la comunicación con sus autores y profesores, con el fin de entender y seguir sus diversas filosofías, dejando de lado las doctrinas verdaderas. 

En sus primeros años, Justino estudió con un maestro de esta sabiduría, que enseñaba engaños bajo la apariencia de conocimientos verdaderos. Reconociendo la falta de fundamento en las razones del maestro, Justino decidió cambiar de doctrinas y pasó de los estoicos a los peripatéticos, eligiendo a un catedrático cuya erudición no podía ocultar sus malas costumbres. Sin embargo, pronto Justino se dio cuenta de la avaricia de su nuevo maestro y, desconfiando de él, dejó sus enseñanzas.

Después, Justino estudió con un pitagórico, cuyas doctrinas eran muy aplaudidas. A pesar de que Justino apreciaba la doctrina de Pitágoras, pues esta dirigía el pensamiento hacia una inteligencia más sólida, fue despedido de estas aulas debido a una disputa en la que su torpeza fue intolerable para el maestro. 

Finalmente, Justino se encontró con otro filósofo en la misma ciudad, un maestro de las ideas de Platón. Encantado con las enseñanzas platónicas, Justino sentía que progresaba en el conocimiento de las cosas incorpóreas y que pronto alcanzaría una comprensión celestial. Sin embargo, su fascinación con estos pensamientos lo llevó a aislarse, buscando la soledad en la naturaleza para contemplar mejor sus ideas.

Aunque Justino no encontraba completamente el camino correcto en estas filosofías, su deseo de contemplación y soledad era un indicio de su búsqueda de la verdad. La prudencia cristiana y la luz de la fe, como sugieren los místicos contemplativos, pueden guiar a un alma a lograr una verdadera contemplación de Dios, un objetivo que Justino eventualmente alcanzaría al convertirse en un mártir cristiano.

La de Justino vivía engañada, pues esperaba con su sabiduría vana volar a la más alta inteligencia, y no desistía de la empresa, por más que sus malogrados pasos se repetían al dar en vacío, volviéndose al poblado, aún más necio de como salía a la soledad. Mudaba sitios, como si consistiera en eso, y Dios no estuviera en todo lugar, y en cualquiera le pudiera ver el alma, si él quisiera correr la cortina. El error tenía a Justino tan ciego para conocer esta luz, que no quería persuadirse de que trabajaba en vano, y cada día se hallaba más encendido de deseos. En uno se determinó a caminar tanto por un sitio desapacible e inculto, él mismo de industria se perdía, para hallarse más solo y poder dar a su discurso rienda en su pasión loca, solicitando llegar de un vuelo a su amado, cuanto deseado imposible. Atajóle los pasos el mar, donde vino a parar, después de haber vencido el ceño de unas breñas, contra quien el salado elemento batía sus espumas y quebrantaba sus cristales; y aquí, con la estrechura del sitio apretado, su pensamiento subía exhalación ligera a buscar en lo más alto lo que le representaba más cerca su vana fantasía. El amor de Dios, que, cuando quiere, sabe usar de sus singulares medios en bien de los hombres, en esta ocasión empezó a enviar luces a Justino para desterrar de su entendimiento las sombras y darle a conocer que no llevaba buen camino para lograr su deseo, pues no se alcanza con filosofías humanas lo que se da por premio a los deseos fieles, y para esto le envió un correo (sería un ángel sin duda) en la forma que diremos ahora. 

Dio rienda a la vista Justino lo que le permitía la cortedad de aquel sitio estrecho, y vio venir para sí un venerable anciano, en cuyos pasos lentos y graves conoció le asistían prendas respetuosas. se Admiró el discursivo platónico viendo otro hombre en parte tan inculta, pues por imposible de ser pisada de humanas huellas, aún dudaba cómo pudieron estar allí las suyas. Pasó a la experiencia del oído, creyendo engañados los ojos, y para examinar su sospechada fantasma, solicitó en respuesta la voz con la pregunta:

—¿Quién eres? —dijo Justino— y ¿cómo has podido introducirte a sitio tan estrecho y no conocido, sin ser ave?

—Soy —respondió el anciano— un caballero noble, que habiendo perdido mis criados, empeñado en buscarlos, he quedado yo más perdido, pues sin saber por dónde me hallo en este sitio inculto, cercado por una parte de estas empinadas peñas y por otra de aquella montaña de plateadas espumas; ya sabes quién soy, ahora pretendo saber quién tú eres, qué hacías aquí tan suspenso, y dónde encaminabas tus discursos.

Conducido a sitio tan solitario, vivo perdido por ella, y la salgo a buscar a la soledad; que como está del cielo, no me parece la puedo hallar entre los embarazos de la tierra, donde embargada la razón, se detiene aprisionada en grillos de sensibles apariencias, y no puede encumbrarse, pasando a poseer inteligencias primorosas.

Oh, qué engañado vives, pues nunca ha estado más lejos tu alma de lo que tan cerca te pintan tus deseos. No eres lo que piensas, pues cuando te persuades tienes amor a la sabiduría, te hallo idólatra de toda la ignorancia: das pasos buscando lo sabio, y con esos mismos caminas a lo necio. No es tu profesión la ciencia, sino la vanidad, y corres tras el engaño: te imaginas empleado en un trabajo útil, y no puedes estar en ocio más desdichado. Tus filosofías y diligencias vienen a parar en vanas sofisterías, que llenas de aire, cuanto más se remontan, más se arriesgan, y suben atrevidas.


"Para desvanecer las finas penas, fin acercarles al fin que te proponen, pues todo para con humo, y con sus engaños aparentes te tracan perdido con mentiras opuestas a las verdades que no alcanzas. 

Oyó Justino muy atento las razones que le decía el venerable anciano, y después de algunos argumentos que le propuso para persuadirle seguir la Sabiduría verdadera, esperando la satisfacción que le daba, volvió a hablar el que venía a servirle de Maestro y después de otras sólidas y prudentes razones dijo las siguientes: Es imposible hallar, ni alcanzar lo que deseas, y buscas con tan encendidas ansias mientras no dejas las Aulas de los Filósofos mundanos, porque la doctrina verdadera solo se enseña en la escuela de Jesucristo, Hijo de Dios vivo y sabiduría infinita verdadera del corregir."

 

...

Comentarios