su estrategia principal es atrapar al hombre en sus propias negligencias

Los ángeles de la guarda que tienen los fieles se indignan contra las mujeres profanas

 


Aun a los mismos demonios causa horror la desnudez de las mujeres sinvergüenzas.

 En prueba de esto, refiere el Padre Fray Pedro de Jesús, que exorcizando a dos mujeres endemoniadas en Sevilla , el demonio de una de ellas dijo: 

"El diablo que tiene a esta mujer se llama Asmodeo, y es muy deshonesto."

 Y este le dijo al otro demonio:

 "¿Por qué no cubres, deshonesto, las carnes que muestra esa mujer con su escote?"

 Y al punto el demonio, con la misma mano de la mujer, le cubrió los pechos.

Confúndanse aquellas torpes mujeres que, con sus escotes profanos, parecen tener menos vergüenza que los mismos demonios. 

Aun las mujeres muertas tienen más honestidad y vergüenza que cuando vivas. Aristóteles dice que las mujeres que mueren ahogadas en el agua quedan todas boca abajo; y la razón, dice, es que, como la naturaleza les dio mayor vergüenza, no les permite que los hombres vean desnudos sus pechos, aun después de muertas.

Los cuerpos difuntos les predican y las desengañan, y ellas no quieren desengañarse cuando viven, siendo cristianas. San Ambrosio dice que muchas mujeres gentiles andan más honestas que algunas cristianas escandalosas, torpes y profanas. Refiere de una mujer que se acuchilló el rostro, considerando que muchos hombres habían caído por su hermosura. Ejemplares más heroicos tenemos entre las santas mujeres de la Iglesia Católica. 

Véanse las Lecciones Eclesiásticas de Santa Coleta, de Santa Rosa de Lima y de otras grandes santas del pueblo cristiano.

Los ángeles de la guarda que tienen los fieles se indignan contra las mujeres profanas que los divierten y escandalizan, principalmente en los sagrados templos, cuando con sus escotes y vanos adornos, velos transparentes y torpe desnudez de sus hombros y pechos descubiertos inquietan a los fieles en aquel santo lugar. Así lo dice claramente el insigne Lanuza en su Patrocinio 

El apostólico San Bernardino de Siena dice lo mismo. Sus palabras son estas:

Tiemblan los ángeles en la presencia del Señor, como dice el profeta Isaías, y cubren sus rostros de temor y reverencia

 como afirma San Juan Crisóstomo: 

¡Y unas mujeres inmundas, llenas de lazos del demonio, no temen ni se avergüenzan de ponerse delante del Santísimo Sacramento del Altar, siendo un escándalo torpe para los fieles católicos!

El gran Raymundo Caronio dice en sus Instrucciones que no sabe con qué conciencia absuelven algunos confesores a dichas mujeres sin que se enmienden primero y dejen la ocasión del escándalo que dan a los fieles y a los débiles en su ruina espiritual. San Pedro Damiano afirma que, por culpa de los confesores y predicadores, se condena la mayor parte de las almas, porque no reprenden sus vicios ni las desengañan como deben en sus torpes profanidades y trajes escandalosos.

A la Venerable Marina de Escobar, el Señor le dijo que eran pocos los predicadores y confesores buenos que tenía en su Santa Iglesia, que zelaran su honra y gloria y el mayor bien de las almas; y muchos, en cambio, los que buscaban su propia estimación y conveniencia temporal.


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