su estrategia principal es atrapar al hombre en sus propias negligencias

"La Virtud de la Gratitud: Ejemplos de Fe y Justicia en Noé, María y Ezequías"

 


Antes del diluvio, Noé ya era reconocido como un hombre justo y santo: "Noé, varón justo" (Génesis. 6:9). Sin embargo, después del diluvio, cuando descendió victorioso del arca, edificó un altar agradecido al Señor: "Y edificó Noé un altar al Señor" (Gén. 8:20).

Si cuando era santo mereció salvar a solo ocho almas, al ser agradecido edificando un templo, mereció asegurar la vida de todo un mundo.



De igual manera, María, nuestra Señora, es tan noble como generosa. Su clemencia está coronada por su gratitud real. Las huestes celestiales asistirán a María como tropas de luz, pues ella es Reina, para castigar la soberbia del enemigo y exaltar el estandarte de nuestro Señor.

En este sentido, vale recordar la historia del rey Ezequías. En el decimocuarto año de su reinado, cuando el rey Senaquerib de Asiria invadió las provincias de Judá (4 Reyes 18:13), envió a su capitán, Rabsaces, como emisario. Este, con arrogancia y blasfemias, rechazó las propuestas de tregua y paz ofrecidas por Ezequías. Ante esto, Ezequías acudió al templo, abrió las cartas de desafío que le había enviado el enemigo y las presentó delante del Señor: "Subió a la casa del Señor y las extendió delante del Señor" (4 Reyes 19:14).



Aunque leer las cartas en el templo podría parecer un acto de turbación, según el comentario del Abulense, fue en realidad una acción prudente. Ezequías buscaba mover el favor divino, presentando a Dios las blasfemias de su enemigo y la devoción de su propio celo. Al hacerlo, las blasfemias se convertían en agravios que pedían justicia, y su oración en un acto de mayor merecimiento. Mostrándole las cartas, decía: "Mi enemigo es un tirano". Orando por la victoria, confesaba: "Confío en tus armas".



Fue así como la fe y devoción de un rey justo lograron más que cualquier ejército. Esa misma noche, un ángel destruyó las tropas del rey asirio (4 Reyes 19:35). Este episodio demuestra que un rey celoso y ferviente en oración puede lograr más con su fe en un templo que con mil ejércitos en campaña.

Por tanto, nuestros estandartes católicos no necesitan más soldados que estos actos reales de gratitud. Es en la confianza en Dios y en el agradecimiento donde se forjan las verdaderas victorias.


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