su estrategia principal es atrapar al hombre en sus propias negligencias

Cuando un alma queda libre de los lazos del cuerpo

 


Cuando un alma queda libre de los lazos del cuerpo, se abstrae, por decirlo así, de todos los sentidos, deja el mundo y, con todas sus fuerzas, es llevada hacia Dios más que el grave a su centro. Es semejante a un río caudaloso que, dividido en varios arroyos en medio de su curso, al reunirse en un solo cauce, desemboca con ímpetu en el mar.

Sin embargo, si antes de entrar en él la detiene un robusto dique, el río se hincha, rebosa, murmulla y no descansa hasta superar todos los obstáculos que le impiden avanzar en su dirección. De manera similar, el alma, en el feliz momento de unirse a Dios, si se ve detenida por la Divina Justicia, se aflige, se deshace, se despedaza y se inquieta en sus congojas. No encuentra paz ni reposo hasta que llega al seno de su sumo bien.

Nosotros, ¿qué ansia sentimos de ver a Dios? Cuanto más se vive separado del mundo, tanto más se percibe esta necesidad. Y si, de ningún modo, experimentamos esta ansia, es indicio de que pertenecemos por completo al mundo y no a Dios.

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