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Hubo un hombre llamado Robert que, viviendo ambiciosamente, hizo un pacto de homenaje al diablo para que lo elevara a dignidades terrenales. El diablo, cumpliendo su promesa, primero lo hizo gobernador de Rímini, Estando en la cima de su poder, solicitó al diablo una vida larga. El diablo respondió:
'No morirás hasta que hayas celebrado una cena en mi nombre en Jerusalén'.
Ordenó que todos los miembros que había entregado al diablo fueran cortados y, además, ordenó que pusieran animales venenosos en su tumba para que devoraran su cuerpo. Sin embargo, debido a su genuino arrepentimiento, fue acogido por la misericordia divina. Sus huesos, con gran estruendo, emitieron un olor fragante. Incluso ahora, esos huesos emiten un fuerte ruido.
Más tarde, al cabo de un breve tiempo, llegó a una iglesia llamada Jerusalén, y al entrar en ella, sintió una multitud de demonios bajo sus pies. Arrepentido, confesó sus crímenes y, aunque había sido muy pecador, reveló todos sus malos actos.
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