su estrategia principal es atrapar al hombre en sus propias negligencias

"La Sutil Condena de las Omisiones: Un Llamado a la Rectitud en la Confesión"

 


El remedio que tenían estos pecados de omisión era sujetarlos al Sacramento de la penitencia. Sin embargo, como son pecados de hecho que no se ven, no se reparan en ellos y se dejan de confesar. Esto es tan cierto, que todos considerarían pecado hurtar el vestido a un pobre y dejarlo desnudo, pero pocos considerarían pecado el no vestirlo, pudiendo hacerlo, al verlo desnudo.

Del mismo modo, todos juzgarían como pecado el blasfemar, pero pocos considerarían pecado el no corregir al que blasfema. Lo mismo sucede con otras acciones que muchos evitarían cometer por escrúpulo, pero no muestran la misma preocupación por las omisiones en evitarlas. Es indudable que son reos de igual culpa y pena tanto el que obra el mal como el que, pudiendo y debiendo, no lo corrige.

Finalmente, la confesión debería ser el medio para borrar estas omisiones, pero en ella se incurren en otras nuevas. Entre los cristianos, la mayoría muere confesada; sin embargo, si se condenan, no será por las culpas positivas que allí cometieron, sino por omisiones: ya sea por el debido examen (que es de derecho divino), por alguna declaración precisa que, por atención humana, dejaron de explicar, o por omitir algo esencial del Sacramento.


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