su estrategia principal es atrapar al hombre en sus propias negligencias

solo Dios puede librarla de estos lazos tan furiosos y que tanto se apegan

 


Importa, que cuando el alma se mira en la lucha tan penosa contra la lujuria,se humille por dentro, considerando que solo Dios puede librarla de estos lazos tan furiosos y que tanto se apegan. Prueba de esta verdad, y máxima para los tentados, fue lo que le sucedió al padre San Antonio, quien fue uno de los soldados de la Milicia de Cristo más combatido. Los demonios atormentaron su carne con fieros movimientos y su imaginación con torpes representaciones, hasta formar figuras que le causaron gravísimas molestias, ejecutando ante su vista movimientos obscenísimos.

Tanto fue así, que un día, mirando al mundo lleno de lazos que lo atrapaban con redes dilatadas, dijo a Dios:

—Señor, ¿quién me librará de lazos semejantes?

A lo que respondió una voz:

—Solo la humildad, Antonio, porque esta virtud es la que libra al alma de los tiros en semejantes ocasiones.

A la manera que el soldado, cuando las balas vuelan muy espesas, se humilla al suelo para que no lo alcancen, así el tentado ha de procurar arrojarse a una interior humillación, para que las tentaciones no lo rindan. Ha de entender que la victoria no consiste en sus fuerzas, sino en las de Dios. "Engañoso es el caballo para la salud," dice David. Esto es, engaña en lo que promete.

¿Qué caballo será este? Según Hugo, es el cuerpo y la carne. ¿Y cómo engaña este caballo? Engaña como el caballo que, cuando el jinete lo sujeta con el freno y la espuela, promete seguridad. Pero fiado en su sujeción, lo engaña; porque cuando menos piensa, lo derriba. Así el alma, cuando le parece que ha sujetado la carne con las mortificaciones y que la lleva refrenada, se fía. Pero se oculta una soberbia y falta de humildad, de manera que cuando menos lo piensa, obra como el caballo bruto, que derriba al jinete. Por falta de conocimiento humilde, no sabe que el cuerpo es como el caballo engañoso en la salud que promete.

Lo que importa en tales tentaciones es reconocer que, aunque la carne esté rendida y refrenada con muchas penitencias, no está en ella la salud del alma, sino en Dios. Con cita y confianza en su misericordia, y desconfiando de su propia miseria, saldrá el alma victoriosa y no será vencida por el enemigo, como ha ocurrido con muchos.


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