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relata San Gregorio sobre San Fortunato, quien resucitó a un hombre de vida santa llamado Marcel, que había sido llevado por los ángeles al lugar de los deleites. El hijo de aquel gobernador que intentó forzar a Santa Inés también fue resucitado por ella, según relata San Máximo, obispo, y muchos otros casos que podría mencionar, especialmente el del emperador Trajano, quien fue salvado por las oraciones de San Gregorio Papa.
Esta historia, al ser considerada un asunto sagrado, ha sido refutada por el Cardenal Baronio, Belarmino y Gregorio de Valencia. Y suponiendo que fuera verdadera, se debe responder a estos casos como a los otros: que aquellos que fueron resucitados, ya sea del Paraíso o del Infierno, no eran aún plenamente bienaventurados ni absolutamente condenados a las penas eternas. Sino que Dios, previendo que debían resucitar, difería su beatitud o condenación, y mientras tanto estaban en algún lugar de deleites
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