su estrategia principal es atrapar al hombre en sus propias negligencias

Humildad y la Pureza en la Prueba del Río: Reflexión sobre la Virtud y la Gracia Divina

 


 Le Sucedió al Gran Padre San Antonio Abad, morador de las soledades de Egipto, como cuenta Sozomeno en la Historia Eclesiástica,, de la manera siguiente.

 Caminaba el Santo Abad por el desierto, en compañía de un discípulo suyo, llamado Teodoro, con la conversación que suelen tener aquellos que, con la memoria en Dios, suben siempre, como dice el Apóstol, con las conversaciones al Cielo. De esta manera, y con este ejercicio, llegaron a un río llamado Lico, que, por ser tan caudaloso, no podían hallar paso. 

Buscaron un elevado para cruzar al otro lado, y viendo que era preciso desnudarse debido al impedimento de las aguas, determinaron separarse el uno del otro, pues la modestia pedía que se dividieran aquellos a quienes la caridad unía, el uno por el rubor del otro, empacho que heredamos de nuestros primeros padres, cuando, al verse desnudos, se avergonzaron al pie de aquel tronco, y Dios hizo tela de sus hojas para ocultar aquellos su desnudez tan vergonzosos.

 Divididos por la razón mencionada, comenzó San Antonio a quitarse la ropa, y, conociendo la vergüenza que había de tener al despojarse del saco que tapaba su desnudez, y lo mucho que le costaba esa forzosa humillación, se empachó de tal manera que no quiso proseguir desnudándose.

 Se Quedó a la vista del agua, perplejo. 

¿Qué haría en semejante caso el Abad?

 ¿O qué haría Dios? 

¿Cómo pasaría el río? 

¡Caso maravilloso! Viendo aquella verdad divina, la pudicicia del Santo, y que no quería ese género de humillación, confusa, envió un ángel que lo pasase al otro lado, para que no ejercitara esas confusiones humildes, manifestando lugares tan vergonzosos.

 Haga aquí pausa el lector, y considere si quiere Dios o no que se ejerciten humildades por acciones tan inmundas, vergonzosas e impuras, como dice Molinos, puesto que hace un milagro para que no se vea una desnudez. 

 si no quiere la vista, ¿cómo querrá la acción? Si envió un ángel para que lo liberase, ¿cómo dejaría en la tentación que un demonio violentara a las almas de tal manera que las hiciera cometer cosas tan obscenas? No es esto de aquella bondad, de aquella pureza, ni de aquella providencia, ni de aquel amor.


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