No te preocupes si, al orar, el enemigo , te roba la atención:

 

A veces, no aprovechamos tanto el canto de los Salmos como la oración secreta, porque muchas veces nuestra atención al canto nos impide alcanzar la virtud y el entendimiento de los mismos. Lucha con todas tus fuerzas y reprime sin cesar la imaginación inquieta, que se dispersa. Recógete dentro de ti mismo en todo momento, especialmente durante la oración y los Oficios Divinos. No pienses que Dios exige que los que viven bajo obediencia hagan oración sin distracción, sin que sus pensamientos sean molestados. No te preocupes si, al orar, el enemigo se introduce en tu mente furtivamente y te roba la atención: esfuérzate, confía en Dios y haz lo que esté a tu alcance, que es trabajar constantemente para recoger los pensamientos dispersos, que corren de un lado a otro. Solo a los ángeles se les concede estar libres de estos robos mentales.

Quien está firmemente convencido de no abandonar esta lucha hasta el último momento de su vida, aunque el cuerpo y el alma sufran mil muertes, no será tan fácilmente vencido por pensamientos perturbadores. Las dudas internas, la infelicidad y los cambios constantes de lugar suelen generar ocasiones de peligro, trabajo y conflicto mental. Aquellos que son inclinados a cambiar frecuentemente de lugar viven de forma errónea, porque nada impide tanto el fruto de nuestro esfuerzo como este tipo de cambios impulsivos y temerarios.

Si encuentras un médico no conocido o una oficina de medicina espiritual, míralo detenidamente (como un caminante curioso) y examina cuidadosamente todo lo que hay a su alrededor. Si encuentras a los oficiales o ministros que puedan ofrecerte ayuda para tus enfermedades, especialmente para la soberbia que intentas eliminar, acércate con humildad, ofreciéndote con el "oro" de la humildad. Haz un compromiso formal con la obediencia, con los Santos Ángeles como testigos, y rompe el vínculo con tu voluntad propia para que puedas ser curado y mejorado por ellos.