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San Agustín dice: El diablo es un ángel separado de Dios por su soberbia, que no permaneció en la verdad: y el doctor de la mentira, porque él mismo fue el primero en inventar la mentira. En otro lugar, interviene: Engañado por sí mismo, desea engañar a otro.
Él es el adversario de nuestra especie, el inventor de la muerte, el iniciador de la soberbia, la raíz de la maldad, la cabeza de los crímenes, el príncipe de todos los vicios, el persuasor de los placeres vergonzosos.
Por lo tanto, cuando Dios miró al primer hombre, Adán, padre de todos los hombres, antes de su caída, vio que el hombre, hecho de barro de la tierra a imagen de Dios, adornado con pudor, compuesto con templanza, rodeado de caridad, vestido de inmortalidad, y al ser celoso y envidioso de tal felicidad que el hombre había alcanzado, algo que él mismo, cuando era un ángel, había perdido por su soberbia, inmediatamente lo envidió, el homicida insaciable, y despojó al primer padre nuestro de tales y tan grandes bienes, y nos destruyó.
Comenzando este primer intento, con éxito, los espíritus malignos se volvieron más descontrolados. Después de que el hombre fue nuevamente recibido en la gracia de Dios, haciendo muchas cosas imposibles, y con una promesa dada sobre Cristo, quien quebrantaría la cabeza de la serpiente como redentor y mediador ante Dios por la humanidad, comenzaron a desbordarse, enloqueciendo aún más, y comenzando a conspirar con diversas formas de asediar y maquinar, usando todos los medios y artimañas posibles para la corrupción y la abolición de esta promesa, en insulto a Dios y contra los hombres.
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