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La vigilancia es crucial para perseverar en la fe. Como se menciona en el Padre Nuestro, "no nos expongas a la tentación, sino líbranos del maligno" En otras traducciones, dice "no nos dejes entrar en la tentación".
El maligno siempre intentará tentarnos, especialmente a aquellos que buscan alejarse del pecado o que están en estado de gracia. Si alguien ya está en el lado del mal, ¿por qué iba a tentarles? Sin embargo, es importante recordar que las tentaciones siempre se dirigen a aquellos que quieren cambiar o vivir una vida justa.
Cuando leemos la historia de grandes santos como San Francisco de Asís, el Padre Pío, o el Santo Cura de Ars, vemos cómo incluso manifestaciones físicas del mal les atacaron. Estos ataques no ocurren donde el mal ya reina, sino donde las personas buscan la presencia de Dios. Un exorcista mencionó cómo, en ciertas partes del mundo, la práctica de rituales y sacrificios satánicos ha llevado incluso a la muerte de muchos sacerdotes en un corto periodo. Si no hay resistencia espiritual, las fuerzas malignas se aprovechan.
Es crucial tener claro que la relación con Dios, como la mostró Jesús, es el arma más poderosa contra el mal. En primera de Juan capitulo 4 se nos dice: "El que está en ustedes es más poderoso que el que está en el mundo". Si abrimos nuestro corazón y mente a la presencia de Dios, como decía San Pablo, "no soy yo quien vivo, sino Cristo quien vive en mí". Santa Teresa también destacó que, al permitir que Dios nos impregne, nos damos cuenta de que el mal nos tiene miedo, no al revés.
Una de las primeras lecciones en la batalla espiritual es reconocer que el mal se manifiesta dentro de nosotros por nuestros propios pecados. La gracia de Dios es la que nos permite superar las tentaciones. El demonio no puede vencer cuando vivimos en gracia y obedecemos a Dios. Sin embargo, la desobediencia, el orgullo y la arrogancia abren puertas al mal. Como dicen los santos, el demonio no puede imitar la humildad, ya que su naturaleza es soberbia.
En 2 Corintios 12 capitulo: versículo 10, San Pablo nos dice: "Por eso estoy contento con las debilidades, persecuciones y angustias por el Mesías, porque cuando soy débil, entonces soy fuerte". Esta debilidad, cuando se entrega a Dios, se convierte en fortaleza. Debemos vestirnos con la armadura de Dios para resistir los engaños del maligno, como se menciona en Efesios capitulo 6: versículos 11-12: "Pónganse toda la armadura de Dios para que puedan resistir los engaños del diablo, porque no luchamos contra seres humanos, sino contra poderes y autoridades, contra los gobernantes de este mundo de tinieblas".
La armadura de Dios comienza con el cinturón de la verdad, que se obtiene solo con la ayuda del Espíritu Santo. El discernimiento es esencial, ya que sin el Espíritu Santo, no podemos comprender la verdad y el mal puede hacernos mucho daño. En Juan 16:8, Jesús dice: "Cuando Él venga, mostrará al mundo en qué consiste el pecado". El demonio es el padre de la mentira, como se dice en Juan 8:44, y su mayor objetivo es que le atribuyamos a Dios lo que él mismo ha causado.
Para discernir correctamente, debemos ser humildes y estar abiertos a la voluntad de Dios. Si el mal se presenta en nuestra vida, debemos buscar siempre la verdad, sin aceptar mentiras. Muchas personas se ven atraídas por ideas o prácticas que, aunque parezcan buenas, están contaminadas por el mal. Por ejemplo, personas que, sin darse cuenta, trabajan para el mal al participar en actividades ilícitas o destructivas. Necesitamos la guía del Espíritu Santo para ver la verdad.
El demonio también busca sembrar duda, tal como lo hizo en el Jardín del Edén con Eva (Génesis 3:1). Siempre tratará de hacernos dudar de la palabra de Dios y crear división. Muchas veces, vemos cómo el mal se atribuye erróneamente a Dios, mientras que Satanás es glorificado como un portador de "sabiduría" o "iluminación", como lo afirman algunos grupos luciferianos. Pero como nos dice la Escritura, la verdad es clara y única: "Si la verdad no es 100% verdad, no es de Dios".
En 1 Corintios 2:10, se nos revela que "nos lo ha revelado Dios por medio del Espíritu". El Espíritu Santo nos permite conocer la voluntad de Dios y discernir la verdad. Si nos movemos según el Espíritu Santo, no seremos engañados por el mal. Sin embargo, es necesario estar en constante oración y conexión con Dios para discernir correctamente.
La batalla espiritual requiere una búsqueda constante de la verdad, algo que incluso se aplica a las revelaciones y enseñanzas. Si algo tiene un porcentaje de error, no puede ser de Dios. La fe es otro componente clave de la armadura de Dios. En el Salmo 7:10, encontramos: "Mi protección es el Dios Altísimo, que salva a los de corazón sincero". La fe es la obediencia a Dios y, como dice Jesús en Juan 14:15: "Si me aman, obedecen mis mandamientos".
Finalmente, debemos entender que la batalla espiritual comienza con una conversión profunda. No podemos esperar que nuestras circunstancias cambien sin un cambio interior. Es necesario que pongamos a Dios en primer lugar, buscando su voluntad y obedeciendo sus mandamientos. En Efesios 6:17, la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios, se presenta como la única arma de combate. La palabra de Dios debe estar en nuestro corazón, no solo en nuestra mente.
Así, con la armadura de Dios, la espada de la palabra y la fe en el corazón, podremos resistir las tentaciones y vivir en victoria.
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