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En la antigüedad, los oráculos —esos sistemas de adivinación usados en distintas culturas— trataban de imitar al verdadero Dios. Como Dios hablaba a través de los profetas a su pueblo, los oráculos también pretendían hablar con autoridad divina, para no parecer inferiores y así evitar que las personas se volvieran al Dios verdadero. Sin embargo, esto solo condujo a una ruina mayor para la humanidad, ya que distorsionaban la verdad.
El ataque del diablo al fundarse la Iglesia
Cuando se empezaba a formar el pueblo de Dios (ya sea en el Antiguo Testamento o en la Iglesia), el diablo intentó frustrar ese plan mediante la corrupción espiritual de la humanidad. Una de sus estrategias fue introducir engaños espirituales, usando mujeres que practicaban la adivinación (como las pitonisas o sibilas), quienes eran comunes en muchas culturas antiguas. Estas mujeres actuaban como supuestas intermediarias divinas, pero en realidad estaban guiadas por espíritus malignos.
La contaminación del pueblo de Dios
Incluso el pueblo de Dios, Israel, fue afectado por estas prácticas. Algunas personas consultaban a estas adivinas en lugar de acudir a Dios. Por eso, en la Ley de Moisés se ordenaba que las pitonisas y otras personas que invocaran espíritus fueran castigadas severamente, incluso con la muerte por lapidación, para purificar al pueblo de esa corrupción espiritual. Así lo atestiguan autores como Plutarco.
. Profecías contra la idolatría
El profeta Zacarías también habló sobre este tema, anunciando que llegaría un día en que Dios eliminaría completamente los nombres de los ídolos de la tierra (Zacarías 13:2). Según la Ley, no debía quedar ni siquiera recuerdo de ellos, y se castigaría duramente a quienes intentaran consultar espíritus o hacer profecías falsas. El rey Saúl, por ejemplo, fue duramente castigado por haber consultado a una adivina (1 Samuel 28).
Las sibilas y los libros oraculares
A lo largo del tiempo, surgieron figuras conocidas como las Sibilas, mujeres que profetizaban supuestamente bajo la inspiración de los dioses, pero que en realidad eran conducidas por demonios. Algunas de ellas, como la Sibila de Cumas o la de Babilonia, fueron muy conocidas. Sus profecías eran tomadas tan en serio que los romanos las guardaban como parte de la tradición del imperio y las consultaban en tiempos de crisis. Incluso hablaron de la llegada de un "rey eterno", lo que algunos consideraron como un anuncio indirecto del Mesías, aunque mezclado con error.
El fin de los oráculos con la venida de Cristo
Con la venida de Jesucristo —el Hijo eterno de Dios hecho hombre—, todo ese sistema de engaño y superstición fue perdiendo su fuerza. Aunque algunos oráculos siguieron existiendo durante un tiempo, sus mensajes se volvieron cada vez más confusos, inútiles y vacíos. Los grandes pensadores cristianos, como Atanasio, dijeron que antes los demonios usaban palabras falsas y espectáculos para engañar a la gente en lugares como fuentes, piedras y árboles, pero que todo eso comenzó a desaparecer con la revelación del verdadero Dios.
El culto demoníaco en todo el mundo
En muchas regiones del mundo, aunque con nombres distintos, existía un culto muy similar al del diablo. Incluso en culturas alejadas entre sí —como los druidas en Galia, los sabios de la India o los antiguos egipcios— se practicaban ceremonias y rituales con elementos parecidos. Esto mostraba que los demonios habían intentado establecer un culto universal que alejara a la humanidad del verdadero Dios.
La victoria del Evangelio sobre los engaños
Pero el anuncio del Evangelio de Cristo trajo consigo la caída de estos cultos falsos. Por todo el mundo, comenzaron a cesar los oráculos y las prácticas supersticiosas. Autores cristianos antiguos como Justino Mártir, Agustín, Eusebio, Lactancio y otros, junto con escritores paganos como Plutarco y Plinio, dan testimonio de cómo los demonios enmudecieron ante la luz del Evangelio.
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