“El Jabalí del Abismo y la Intervención Celestial

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"Se cuenta que el emperador Neno, mientras cazaba en los alrededores de Nápoles, avistó un jabalí de aspecto horrendo, con ojos llameantes y cuerpo de sombras, como si surgiera de las entrañas del infierno. Intrépido, soltó las riendas de su caballo y lo persiguió campo a través, decidido a abatir a la criatura.

Pero de pronto, un resplandor súbito, semejante a un rayo caído del cielo, lo envolvió. El caballo se encabritó y, presa del pánico, lo arrojó violentamente al suelo. El emperador quedó tendido, echando espuma por la boca, sin sentido, como si hubiera sido tocado por una fuerza sobrenatural.

Fue entonces, en medio de aquel estremecimiento de la tierra y del alma, que se apareció ante él el Arcángel San Miguel, revestido de luz y espada en mano. Con voz poderosa, el santo guerrero reprendió al espectro disfrazado de bestia salvaje, y con un solo gesto lo arrojó al fondo del mar, donde fue tragado por las aguas como un peso maldito.

El Arcángel, entonces, se volvió hacia el emperador y le dijo que esa visión era un aviso divino, una advertencia contra la soberbia, la impiedad y la ceguera espiritual que se había apoderado de su reino. Le aconsejó retirarse por un tiempo al monasterio de Studium, para purificar su alma y volver el corazón hacia Dios.

Por su intercesión, el emperador recuperó la conciencia y fue hallado por pescadores, quienes lo recogieron con reverencia y lo llevaron de regreso al palacio en una barca. Allí, obedeciendo las palabras del arcángel, abandonó por un tiempo los asuntos del mundo y se refugió en la oración y la penitencia.

Cuando finalmente regresó al trono, con el rostro cambiado y la voz templada por la experiencia divina, exhortaba a todos los súbditos a orar fervientemente por la liberación de su tierra, a renunciar al mal y a invocar con fe al Arcángel San Miguel, protector del pueblo fiel y defensor contra toda fuerza infernal."