su estrategia principal es atrapar al hombre en sus propias negligencias

El demonio vendrá a tentarte. Pero no temas. Permíteme actuar

 

Cuando Santa Juliana se negó firmemente a renunciar a su fe en Cristo, el juez pagano, enfurecido por su valentía, ordenó que fuera encarcelada. Aquella noche, en la oscuridad de su celda, mientras el silencio lo cubría todo, un ángel de Dios descendió, rodeado de una luz suave y celestial. Se acercó a Juliana y le habló con dulzura pero con firmeza:

—El demonio vendrá a tentarte. Pero no temas. Permíteme actuar.

Instantes después, tal como fue anunciado, el demonio apareció disfrazado de ángel de luz, con palabras engañosas y promesas seductoras, intentando confundir su alma. Pero el ángel verdadero, con la autoridad del Cielo, lo reconoció de inmediato. Sin permitirle decir más, lo encadenó con la fuerza divina, dejándolo impotente.

Al amanecer, cuando los soldados vinieron a llevar a Juliana al tribunal, el ángel caminaba junto a ella, llevando al demonio atado como un criminal vencido. Solo Juliana podía ver al ángel, pero el demonio, invisible para todos los demás, se debatía con furia contra cadenas que nadie entendía.

Los presentes observaron con espanto al ser demoníaco forcejear en el aire, atrapado por una fuerza que no podían ver, y el juez, lleno de miedo, no hallaba explicación. Juliana, sin embargo, caminaba en paz, consciente de que Dios mismo estaba luchando por ella. Aquella escena no solo mostró su fe inquebrantable, sino también el poder del Cielo sobre todo mal.


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