su estrategia principal es atrapar al hombre en sus propias negligencias

entiendo que todo eso abrió puertas espirituales en mi vida



Desde muy joven, Laura se sintió atraída por el mundo del tatuaje, las modificaciones corporales y todo lo relacionado con ese entorno artístico e irreverente. Sin embargo, con el tiempo comenzó a percibir también una dimensión espiritual en todo eso. Hoy, su historia refleja cómo vivió un proceso de liberación y exorcismo relacionado con sus tatuajes.

Ya desde niña mostraba una inclinación hacia la autolesión. Le generaba una extraña satisfacción hacerse daño. A medida que fue creciendo y descubrió el mundo de las perforaciones y los tatuajes, sintió que debía aprender sobre eso. Pensó que, aunque no era buena dibujando, podía aprender a perforar. Así fue como se adentró en ese mundo.

Una persona cercana le recordó hace poco que, incluso a los 8 años, ya mostraba esa tendencia a lastimarse. A los 16 años, su hermano mayor le regaló su primera perforación, y le encantó. Le dolía, sí, pero también le dejaba una marca, una “herida estética” que le fascinaba. A los 18, decidió ahorrar para tatuarse. No le pidió dinero a su padre, pero sí lo fue preparando psicológicamente. A los 17 le anunció que pensaba tatuarse y él se enojó mucho. Un año después, logró convencerlo. Finalmente, a los 18 años, se hizo su primer tatuaje en un estudio reconocido de Bogotá: tres tatuajes en una sola sesión.

Fueron dos rayitas en la pelvis y una frase en el pecho. La frase decía "Condemned to be free" (condenada a ser libre), una cita del filósofo ateo y marxista Jean-Paul Sartre. En ese momento le pareció increíble, pero hoy en día considera que es uno de los tatuajes que más peso espiritual le ha dejado.

Laura entendió con el tiempo que la intención con la que se hace algo puede darle una carga espiritual. Mientras se hacía ese primer tatuaje, pensaba en una banda de metal satánico que le gustaba mucho en esa época, llamada Silencer. Aquellas rayitas en la pelvis terminaron siendo, sin saberlo del todo, un homenaje silencioso a esa banda. En ese tiempo, no tenía a Dios en su corazón.

Después de ese primer tatuaje, llegó lo que muchos conocen como la “adicción al tattoo”. Sentía que no podía parar, que necesitaba más y más tatuajes. Con esa adicción, llegaron también pensamientos oscuros: depresión, ideas suicidas, deseos de consumir drogas y escapar de la realidad. Lo que comenzó como un gusto estético se convirtió en un estilo de vida espiritualmente desordenado.

Poco tiempo después, le dijo a su padre que quería estudiar perforaciones y modificaciones corporales. Él, ya resignado ante su rebeldía, decidió apoyarla. Laura ingresó al estudio donde se había tatuado y comenzó a aprender. Se dio cuenta de que esa antigua necesidad de hacerse daño ahora se canalizaba hacia los demás. Le gustaba ver cómo dolía una perforación. Disfrutaba el proceso, aunque procuraba hacerlo correctamente. No todos los tatuadores o perforadores tienen esa intención, pero ella reconoce que sí la tenía, y considera importante esa diferencia.

Mientras profundizaba en ese mundo, conoció a artistas reconocidos del tatuaje: personas completamente alejadas de Dios, ateos, con gustos musicales oscuros, y con ambientes espirituales muy pesados. Al trabajar en estudios donde muchos tatuajes eran gratuitos, Laura fue cubriendo sus brazos, piernas, y hasta detrás de las orejas.

Entre los tatuajes que se hizo, hubo uno de un búho acompañado por una daga con un ojo —un símbolo claramente esotérico— y otro en la pierna de un personaje con una cruz invertida, símbolo relacionado con lo masónico. En ese momento no entendía el significado espiritual, simplemente le parecía estético. Con el tiempo, empezó a comprender lo que representaban. Incluso recuerda que el mismo tatuador hablaba mal de Dios y se burlaba, pero ella no le prestaba atención.

Con los años, Laura llegó a entender que todos esos símbolos y acciones habían abierto puertas espirituales en su vida. Hace poco, un sacerdote exorcista del Vaticano, el padre Guzmán, llevó a cabo con ella un proceso de sanación y liberación espiritual. Le explicó que sus tatuajes necesitaban ser exorcizados debido a la carga espiritual que arrastraban, tanto por los símbolos como por las intenciones con que fueron hechos.

Este es el testimonio de Laura. No busca condenar a quienes se tatúan, sino invitar a un discernimiento más profundo: sobre las intenciones, los símbolos y el entorno espiritual. Lo que parece solo arte, puede tener implicaciones mucho más profundas.


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