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Cuando un hombre tiene paciencia, todas las artes del demonio quedan desbaratadas." (San Jerónimo)
Hermanos y hermanas en Cristo:
Hoy reflexionamos sobre una de las virtudes más ignoradas pero más poderosas del camino cristiano: la paciencia. No como mera espera pasiva, sino como una resistencia activa, firme y llena de fe, que desarma al enemigo, fortalece el alma y nos conforma a la imagen de Cristo.
San Jerónimo nos narra la historia de dos hermanos que vivían en el yermo, entregados a la vida de oración y penitencia. Como tantas veces sucede, el demonio quiso sembrar discordia entre ellos. Tentó al hermano mayor con la ira, y apagó una vela encendida por el menor, para provocar enojo, murmuración, juicio... Pero el hermano menor, con humildad y calma, dijo simplemente: “No te enojes, y verás cómo la vuelvo a encender.”
¡Qué respuesta más sencilla, y a la vez más poderosa! Esa paciencia desarmó al demonio. Toda la noche intentó incitar al joven al enojo, y no pudo. Fue tal su fracaso, que al presentarse ante su príncipe infernal, recibió azotes por no haber logrado su misión. Y el sacerdote pagano que presenció aquello, al oír a los demonios decir que la paciencia desbarata todas sus artes, se convirtió, se bautizó y se hizo monje.
Lección para nosotros
En esta historia hay una verdad eterna:
El demonio puede imitar muchas cosas, pero no puede resistir la paciencia.
Vivimos tiempos en que todo urge: respuestas rápidas, reacciones inmediatas, emociones descontroladas. Y el enemigo lo sabe. Quiere que reaccionemos desde la carne, no desde el Espíritu. Quiere que nuestras relaciones se rompan, que la ira nos consuma, que la impaciencia nos aleje de Dios.
Pero la paciencia —esa virtud que nos parece débil— es en realidad un escudo invencible. Quien es paciente:
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Domina su alma.
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No cede a las provocaciones del mundo.
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Resiste en el día malo.
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Atrae la gracia de Dios.
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Desarma al demonio.
Aplicación práctica
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¿Qué provoca tu impaciencia?
¿Es una persona difícil, una enfermedad, una espera prolongada, una injusticia?
No te desesperes. Haz de esa situación tu escuela de paciencia, y recuerda que el que persevera, será coronado. -
¿Cómo reaccionas ante la provocación?
No respondas con gritos. Responde con silencio, con oración, con mansedumbre. Eso es fuerza espiritual. -
¿Tienes fe en que Dios obra en el tiempo perfecto?
La paciencia no es resignación. Es esperanza activa. Dios ve tu aguante, y lo premiará.
Conclusión
La paciencia no es una opción menor del Evangelio. Es una de sus armas más fuertes. Es lo que tuvo Cristo ante sus enemigos. Es lo que mostró María al pie de la cruz. Y es lo que transforma las almas.
Hermanos, que nuestra respuesta ante la prueba sea como la del hermano menor: serenos, firmes y fieles.
Que nuestra paciencia sea escudo contra el mal y testimonio para el mundo.
Y que, como aquel sacerdote pagano, otros al vernos, se conviertan por el poder de una vida paciente.
Amén.
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