su estrategia principal es atrapar al hombre en sus propias negligencias

"La Princesa que Abrió la Puerta Prohibida

Había una joven princesa que amaba rezar junto al pozo del jardín del palacio. Allí solía hablar con Dios y contemplar la creación. Un día, mientras jugaba con una joya de oro que su padre le había regalado, esta cayó al fondo del pozo. Angustiada, la princesa comenzó a llorar.

Entonces, una voz dulce y seductora salió del pozo:

—¿Por qué lloras, hermosa princesa?

Al mirar, no vio a nadie. Pero la voz volvió a sonar:

—Si me dejas ser tu amigo, tu compañero, yo puedo devolvértela.

La princesa, sin pensar mucho, respondió:

—Sí, sí, lo que quieras, solo devuélvemela.

En ese momento, la joya flotó hasta la superficie. Ella la tomó, hizo la señal de la cruz y se marchó sin mirar atrás.

Esa noche, mientras comía en el salón real, se escuchó un golpeteo suave en la gran puerta de roble.

Toc, toc... toc, toc...

—Princesa, la más joven... ábreme la puerta —dijo una voz conocida.

Al acercarse, vio en el umbral una figura extraña: una criatura pequeña, con ojos que brillaban como brasas y una sonrisa que la perturbaba. Era el mismo que le había devuelto la joya. Cerró la puerta con fuerza y corrió de nuevo a la mesa, temblando.

El rey notó su miedo y le preguntó:

—¿Qué ocurre, hija mía?

—Padre... es una criatura horrible que quiere entrar. Pero le hice una promesa cuando me ayudó junto al pozo.


—Si diste tu palabra, debes cumplirla —dijo el rey, sin comprender lo que realmente había detrás.


Volvió a abrir, y el ser entró, siguiéndola por todo el salón, repitiendo con voz melosa:


—Llévame contigo... déjame estar cerca... súbeme contigo.


La princesa sentía repulsión, pero también una atracción extraña. Cada vez que abría la puerta, su alma se sentía más débil. Pronto, empezó a perder el deseo de rezar, de hablar con Dios, y a vivir con ansiedad y confusión.


Una noche, la criatura le habló con claridad:


—¿Ves? No soy tan malo. Si me dejas quedarme contigo... te daré lo que quieras.


Ya no lo veía como un sapo. Se le aparecía como un joven atractivo, pero con una mirada vacía. Finalmente, la princesa lo siguió, alejándose del palacio, del amor de sus padres y de su Dios. Se perdió en la oscuridad, y su alma cayó en una esclavitud espiritual que no había imaginado.

Moraleja:

Si sabes que es un espíritu inmundo, no abras la puerta. Aunque venga disfrazado de ayuda, amistad o deseo cumplido, si no es de Dios, es del enemigo. Y una vez que le abres, cada vez será más difícil resistir. Reza, conságrate al Sagrado Corazón de Jesús y a la Virgen María, y jamás negocies con las tinieblas.



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