su estrategia principal es atrapar al hombre en sus propias negligencias

apenas se ha dejado atrapar por ese lazo, pierde la libertad de su alma

 san Antonio de Padua, hablo del ave que cayó en las varillas de la trampa, se encierra con gran claridad toda esta doctrina.

Imaginemos a la pobre avecilla, que, atraída por un grano fácil o por el descuido de sus sentidos, se acerca sin precaución a la red tendida. Apenas roza con sus patitas las varillas, éstas se cierran con fuerza y, en un instante, pierde su estimada libertad. Lo que antes era un ser ligero, dueño del aire y de sus vuelos, queda ahora prisionero, sin escape posible. Entonces, los muchachos se burlan de ella y juegan cruelmente, la despluman a su antojo, la golpean o, peor aún, la arrojan a las garras del gato, que la despedaza sin piedad.

De la misma manera, en sentido espiritual, le sucede al hombre que se deja seducir por el afecto lujurioso hacia una mujer impura. Al principio, tal vez piense que se trata de algo ligero, sin peligro, un simple entretenimiento. Pero apenas se ha dejado atrapar por ese lazo, pierde la libertad de su alma, y la pasión se

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convierte en cadena. Esta mujer no lo soltará hasta entregarlo, cuerpo y alma, a las manos del demonio, que anda enfurecido buscando a quién devorar, como lo dice el príncipe de los apóstoles: “Circuit quærens quem devoret” (“Ronda buscando a quién devorar”).

Así, lo que comenzó como un deleite pasajero se transforma en una prisión tenebrosa. El alma, que antes estaba libre para servir a Dios y volar hacia las cosas del cielo, ahora se encuentra humillada, despojada de su dignidad y expuesta a la ruina eterna.

Que el Señor, por su infinita misericordia, nos libre de las garras de este enemigo, y nos conceda prudencia y fortaleza para huir siempre de todo lazo que pueda apartarnos de Él. Amén..


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