su estrategia principal es atrapar al hombre en sus propias negligencias

“El demonio que salió del canto

 

En un campo lejano de España, hacia finales del siglo XIX, se levantaba una pequeña capilla blanca, sencilla en su arquitectura, pero llena de fervor campesino. Cada domingo, la comunidad se reunía allí para participar de la misa y cantar en el coro, que estaba formado por varias muchachas del pueblo.

Entre ellas había una joven con voz potente y melodiosa, que desde hacía tiempo deseaba destacar sobre todas las demás. No se conformaba con cantar como parte del conjunto, quería ser la que brillara y a quien todos recordaran. Su deseo no era dar gloria a Dios, sino recibir alabanzas humanas.

Llegó un día de fiesta solemne. El altar estaba adornado con flores del campo,

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las velas ardían y la capilla se hallaba colmada de fieles. El coro comenzó a entonar los cantos, pero aquella muchacha, ansiosa de sobresalir, levantó su voz con tanta fuerza que buscaba imponerse sobre todas las demás. Su canto ya no era oración, era vanidad.

De pronto, ante los ojos atónitos de quienes la rodeaban, ocurrió lo espantoso: de su boca salió la figura de un demonio, visible y repugnante, que despedía chispas como de hierro candente. Aquella criatura infernal lanzó destellos hacia las jóvenes que cantaban a su lado, y el pueblo, espantado, comprendió que no era un simple exceso de voz, sino un signo terrible de que el enemigo había encontrado entrada en el corazón de la joven.

El sacerdote, conmovido por lo que estaba sucediendo, detuvo la misa y se acercó al coro.

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Con mano firme tomó el hisopo y roció agua bendita sobre la muchacha. Entonces, el demonio retrocedió con un chillido espantoso y desapareció. La joven, temblando, cayó de rodillas y rompió en llanto, reconociendo su pecado de soberbia y vanagloria.

Desde aquel día, transformó su vida. Cantaba con humildad, buscando unirse a las voces de sus compañeras en alabanza sincera al Señor. Sus cánticos ya no buscaban admiración humana, sino que se convirtieron en oración pura.

Y todos los presentes guardaron en la memoria aquella escena, aprendiendo que hasta los dones más hermosos, si se ponen al servicio del orgullo, se convierten en armas del demonio; pero ofrecidos con sencillez a Dios, se transforman en camino de salvación y fuente de verdadera alegría.

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